sábado, 19 de noviembre de 2011

Adiós a Betty

Hola, Betty : hoy te hablo desde el Cielo.  

Me fui del purgatorio, donde tú te has quedado; de un purgatorio llamado Tierra, donde pasé todos estos años, donde sufrí y lloré tanto, y donde tú fuiste
la mayor pena de mis últimos días.   

  Me fui ayer, sin ruido, sin que tú te enterases de mi partida.  

  Partí justo cuando daban las últimas campanadas que anunciaban la transición de un día al otro día.  

  NO, no quise hacer ruido, no quise decirte adiós, ¿para qué?  

Tú te quedaste ahí, en ese mundo lleno de sufrimiento y dolor llamado terreno o terrenal; seguramente sentado en tu cómodo sillón de oficina, frente a tu computadora, rodeado de blandos cojines y abrigado con un pijama de franela y un batín grueso para que tus delicados huesos de hombre bien, de niño bien,
no se enfríen ni se rompan.  

Te quedaste ahí, seguramente leyendo una carta de amor que alguien te había escrito no hacía mucho. O..., quizá, escribiéndola tú.  

O... quizá también lo que hacías era pensar la forma en que me ibas a despreciar en cuanto la ocasión se te presentara...., en lo que me ibas a decir y
hacer y que me causara más dolor...  

Pero dios quiso que yo partiera antes de que tus pensamientos pudieran llegar a ser acciones.  

Y ahora, te hablo desde el Cielo, Betty, para decirte que soy feliz, que aquí nada es verdad ni mentira, que no hay ni hambre, ni sed, ni dolor, ni sufrimiento, que no hay ni amistad ni enemistad; no existe la mentira ni el rencor, ni el horror ni la injusticia...  

Aquí no existe nada, Betty, ¡¡!¡nada!!!!  
Soy feliz, porque abandoné este mundo donde tú te quedaste, sin ruido, sin remordimientos de conciencia por los que pedirte perdón. Mientras que tú, Beti, tenías muchos motivos para que tu conciencia fuera bien examinada, pero ya es demasiado tarde. Yo ya no estoy contigo, ya nada puedes hacer ni decir. El
arrepentimiento, si es que lo hay, ya no me llegará a estas dimensiones.  

Ya sólo queda tu recuerdo, el recuerdo que te arranqué de la tierra y me traje conmigo al cielo.    

Autor: María Jesús Cañamares Muñoz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario