miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un viaje cambió un destino (IV) - Relato por entregas

Nos encontrábamos las dos tan a gusto charlando, que no nos dimos cuenta de lo rápidas que pasaban las horas, hasta que unas estridentes campanadas, provenientes de un reloj, situado en alguna parte del salón, anunciaban las 5 de la tarde.

¡Ya se había acabado todo!, ¡ya no volvería a repetirse aquella amena conversación entre María Jesús y yo! Ahora, cada cual volvería a su casa y no nos veríamos más. Ella debió leer mis pensamientos, y se apresuró a decirme:

   --Mari: te prometo que como éste día habrá otros muchos, y entonces estaré en condiciones de poderte transmitir toda la información de que hoy te has privado.

Llegado el momento de la despedida, ninguna de las dos quisimos alargarla. Noté que ella también estaba triste. Nos abrazamos y cambiamos nuestras direcciones.

Nos separamos con lágrimas en los ojos.

Durante el viaje de regreso, una maraña de dudas surgieron en mi cabeza. No quería ilusionarme pensando que había encontrado una amiga que me sacaría de mi aislamiento como una mano milagrosa. Pero tampoco tenía derecho a desconfiar de mi tocaya, después de lo bien que se había portado conmigo. Al fin y al cabo, ¿porqué no podía yo tener en ella a una buena amiga, aunque no fuese minusválida?

  Transcurrieron dos años sin que volviera a saber nada de aquella chica que tanto me había ayudado en mi excursión a Ávila. No me la podía quitar de la mente, ¿qué habría sido de ella? ¿Seguiría acordándose ella de mí?

  Una hermosa mañana de Junio, sonó el teléfono. Lo cogí como de costumbre: --Hola, Mari, soy María Jesús Pardo, la guía que hace dos años os atendió en Ávila.

¿Había oído bien? Por si no era así, pregunté:
   --¿Cómo dice?
   --Sí, soy Mª Jesús. Prepárate para mañana a las 9, iré a buscarte para hacer un viaje juntas.

  El corazón me dio tan fuertes latigazos, que creí ser víctima de un infarto.
No sabía qué decirle, después de tanto tiempo sin comunicarnos. Es que, no sé -musité- no me lo esperaba y...
   --Anda, por favor, dime que sí: lo pasaremos
bien. ¿No me contestas?
   --Está bien, iré.

  Pasé la tarde excitada, pensando en cómo sería mi encuentro con mi amiga, en lo que me diría... Me acosté pronto pero no conseguí conciliar el sueño ni un
minuto.

  A las 8 de la mañana, me levanté. Me asomé a la ventana, y el calor del sol en mi frente me indicó que el cielo estaba limpio de nubes. Intuí que haría mucho calor y decidí ponerme un sencillo vestido verde, junto con un bolso a juego. A las 9, llegó Mª Jesús. Nos abrazamos, y, suavemente, me condujo hasta su coche, el cual dijo que era un Hyundai azul oscuro, era pequeño y muy confortable.

En un dactilológico perfecto, que me dejó atónita, me escribió rápidamente:
   --No te digo dónde vamos, tendrás que averiguarlo tú misma.
  --¿Cómo Voy yo a saberlo? No soy adivina. Sonrió. Dijimos adiós a mis padres, y partimos hacia el incógnito destino.
Ella me iba hablando en voz alta mientras conducía. Pero eludía tocar el tema de nuestro viaje. Pasadas unas dos horas, me empecé a inquietar. No sabía dónde iba, no quería hacerle notar mi desconfianza, pero a la vez empecé a preguntarme por qué me habría dejado llevar por los deseos de una persona con quien sólo había estado una vez y de la que apenas sabía nada. Ella debió de ver mi cara angustiada, y tratando de tranquilizarme me dijo:
   --Mari: yo te quiero dar una sorpresa grata para ti, pero si no te sientes cómoda, te descubro el secreto de esta aventura. ¿No confías en mí? Me dolió su pregunta y preferí asegurarle que sí confiaba en ella, pero que el viaje se me hacía ya largo por la intriga.

No dejé que me descubriera mi bien guardado secreto, hasta que al cabo de 3 horas, ella aparcó el coche y me indicó que podía bajar.
Me ofreció su brazo y caminamos un corto trecho. Por fin, puso mi mano izquierda en unas maromas, que reconocí inmediatamente.
  --¡Las grutas del Águila! exclamé emocionada.
  --Exacto. Sólo que ahora podrás recorrerlas con todo detalle a través de mis ojos y mis oídos. Aquí tienes mi carné de guía- intérprete.
He adquirido la suficiente formación como para que no se te escape un solo matiz.
Y sacó un documento de su bolso que depositó en mi mano, a la vez que, emocionada, me decía:
   --Desde el momento en que te ví, descubrí cuál era mi verdadera
vocación.

Las personas que ven y oyen no me necesitan, tienen muchos medios para obtener información por ellos mismos. Las personas sordociegas sí me necesitáis.


Unas lágrimas furtivas se escaparon de mis ojos muertos. Era tal la emoción y gratitud que sentía hacia María Jesús, que sólo pude decirle:
   --¡qué magnífica
sorpresa, Gracias por esta gran generosidad! Volvimos a entrar en las grutas. ¡Qué diferencia del otro viaje! Allí nada había cambiado ni de sitio ni de forma, pero en mi interior sí había cambiado el concepto de las cosas.  me empezó a explicar la situación de las grutas y cómo se habían formado las figuras.

--en la Sierra de Gredos y prácticamente en la rivera del río Tietar. En pequeños retazos orientados en dirección noroeste-suroeste a 400 o 500 metros a nivel del mar.
El terreno, el tiempo y la abundancia de agua, han modelado el paisaje y socavado las entrañas de la tierra. El agua, en dos etapas, destructora y constructora, primero disolvió la roca soluble ensanchando las fracturas y formando huecos, después y con la ayuda de otros factores ambientales precipitó el carbonato cálcico creando las diversas formaciones calcáreas y espeleotemas.
Existen estalactitas tubulares y cortinas (colgantes), estalagmitas y concreciones de salpicadura (casos en que el agua llega al suelo), por circulación de agua, están las coladas, gours y microgours. Excéntricas por presión hidrostática, porosidad, capilaridad, interviniendo también las corrientes de aire (antoditas y helictitas). Final mente por depósitos subacuáticos están las pisolitas o perlas. 

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