jueves, 1 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( III )

Lo primero que veo es a un montón de ciegos palpando las puertas para subir o bajar, ya que aquí se encuentra la sede de la organización nacional de ciegos. Algunos llevan perros que los guían maravillosamente hacia la puerta y luego los colocan en un asiento vacío, metiéndose ellos debajo de las piernas de sus amos. Algunos son jóvenes y van charlando de la jornada que les espera, bien vendiendo el cupón, bien en sus estudios. Uno de los que lleva un perro ha dicho que se llama Eusebio, y alguien le ha preguntado por el nombre del perro y ha respondido que es Xander. ¡Qué maravilla de animal!: grandote, con un pelo que yo diría que centellea luz de lo brillante que es.

Eusebio tiene cara de no haber dormido. Me pongo a escuchar y sé la causa, porque se la va contando a otro compañero más o menos de su edad. pero también charlatán y simpático:

  --¡Calla, pero si es que anoche me llevaron a un pub, y resulta que vinieron unas chicas que te flipaban!. Son extranjeras según dijeron, más dulces que una torta de miel con merengue!, ¡y qué culos, y qué caderas más redondeadas!, ¡y qué manera de moverse bailando!, ¡te digo que no podía irme del pub!
  --¡Vamos, vamos, no será tanto; eres un romántico empedernido y nunca sentarás la cabeza!, -le dijo en tono burlón el compañero-.
  --Mira, Paquito: yo lo que no quiero sentar es el corazón; la cabeza la tengo sentada sobre los hombros, pero eso de atarme a una mujer no es para mí, mi corazón no es de los que se sujetan para toda la vida, aunque sí te puedo decir que me lo rompe cualquiera porque soy un santo, y de hecho me he llevado ya más de dos fracasos amorosos y dolorosos. Pero ¡estas chicas...!
  --¡Caramba con las extranjeras, pues me pica la curiosidad!, ¿me llevarás a ese sitio para conocerlas?
  --Jajajajaja, si me prometes no ligarte a alguna de ellas, dalo por hecho.
  --¡Nadie puede decir de esta agua no beberé, chico! Pero de veras que yo no me apasiono tan pronto, y si no, pregúntaselo a la amiga Lena, que bien que iba detrás de mí.
  --Pues tú te lo has perdido, -le dice Eusebio-, porque Lena es una buena chica y además muy trabajadora!.
  --Bueno, bueno, menos sermones, y a ver cuándo acordamos de ir a ver el numerito de las extranjeras. Sabes muy bien porqué no pude soportar a Lena. Ella sólo pensaba en irse a otro país, cuanto más lejano mejor, a cuidar a otras gentes.
  --Podías haberla acompañado si la hubieras querido de verdad, nadie te lo impedía... ¿Y si ahora regresara, feliz y orgullosa de haber salvado un montón de vidas?, ¿qué dirías?
 --¿Ella, regresar a España? ¡No, no lo creas!, seguramente habrá rehecho su vida con alguno de esos indígenas de por allá. ¡Bah, déjalo, yo ya me he hecho a la idea de quedarme solterón!

Así continuaron charlando animadamente hasta la parada en la que se bajaron juntos. Toni, el conductor, les despidió con una sonrisa picarona que quería decir: “si os va bien con ésas, yo os pediré la tarjeta de presentación también”.

¡Qué ciudad más alegre y acogedora! Estamos en la siguiente parada, por la calle San Vicente, que va a desembocar en la plaza de San Agustín, donde está el Ayuntamiento. Se ha celebrado una gran concentración, en protesta por la fuerte subida de impuestos. El tumulto es avasallador y los gritos de ¡fuera impuestos” se dejan oír por miles de gargantas ya resecas de tanto repetir lo mismo.

Aquí el autobús se llena de gente que se desahoga protestando y criticando.
Creo que Toni va a tener que cambiar la ruta si no quiere sufrir atascos, y, a lo peor, alguna que otra fechoría hacia el bus.

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