lunes, 5 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( VII )

Está lloviendo a mares, los cristales del vehículo escurren agua por dentro y por fuera, Toni no hace más que limpiar el espejo retrovisor y poner el parabrisas, que no puede quitar tanta agua. En la Plaza de la Virgen de los Desamparados, las palomas han desaparecido como por ensalmo, seguramente asustadas por el gran chaparrón que parece arremeter cada vez con más fuerza. Dos personas esperan el bus aquí, y una de las chicas extranjeras, corre a ayudarlos a subir. A uno de estos señores ya lo conozco, es don Blas, quien agradecido por el gesto de la chica, le coge la mano y se la aprieta con jovialidad y cortesía, ella le sonríe dulcemente pero él no la puede ver con sus ojos ciegos. Le ayuda a colocarse en uno de los asientos y corre dispuesta a ayudar al otro señor que ya ha subido los escalones del coche pero va palpando con su bastón para localizar un asiento libre. Ana, igualmente dulce, le lleva al lado de don Blas y ella vuelve a su asiento. ¿Quién es este nuevo viajero? Pongo atención y algo he captado:

Se trata de Don Saúl Orea, amigo de don Blas por lo que veo, y al parecer, un gran escritor, porque van hablando de su último libro.
  --¡Eres genial, Saulito, nunca lo habría creído si no es porque leo el libro de “El Dios de las estrellas Dormidas”, que ya lo han editado.
  --¿Lo has comprado? ¿Dónde?
  --¡Claro que lo he comprado, en la librería de la calle Almudín, lo tenían la semana pasada en el escaparate y además, para sorpresa mía, estaba escrito en Braille!
  --¡No me digas!, no puedo creerlo. YO pensaba que sólo lo tenían en esta modalidad en la ONCE. Pero deja de alabarme, que me estás poniendo colorado. NO creo que sea para tanto.
  --Tú, como siempre: pecando de gran modestia y lo que es peor, infravalorándote. Pues digas lo que digas, el libro está muy bien, y la prueba la tienes en que en la librería lo tienen en primera línea. ¿Cuándo vas a empezar la próxima obra?
  --¿La próxima obra? ¿Pero quién ha dicho que habrá próxima obra?
  --Yo, lo digo yo, Blas, porque si no la empiezas, no te dejaré vivir, pienso sacarte el máximo partido que pueda, debemos exprimir tu gran talento, así que vete pensando en el título de la siguiente novela.
Y si no, saca a la  luz todos esos poemas que tienes hechos por ti y que no pensarás esperar a morirte para que yo los publique. (los dos sueltan la carcajada).

  --¿Has oído, Irma? ¡aquí viene un escritor de renombre!.
  --Sí, ¿y qué? –le dijo Irma a su hermana con sorna.
  Auxy no pudo reprimir su rabia por la pasividad de Irma y, dándole un codazo, le dijo furiosa:
  --¡Eres lo más tranquila que he visto en mi vida! Supongo que ese señor podría darte alguna dirección de editoriales o sitios donde poder darte a conocer, ¿es que no puedes preguntarle cómo se las ha ingeniado él para publicar su obra maestra?
  --No, no le preguntaré nada a una persona a la que acabo de oír por primera vez. ¿Acaso crees que todo el mundo es tan solidario como imaginas?
  --Haz lo que te plazca, pero si no te mueves tú, yo no me voy a quedar quieta esperando que vengan a traerme aquí el trabajo. Dentro de una semana me vuelvo a Veracruz, vete enterando. Además, a mamá no la podemos tener allí, lejos de sus hijas, que es lo que más ama en el mundo.
  Irma hizo una mueca burlona a su hermana y no despegó la boca en todo el resto del trayecto. Pero en el fondo de su corazón sentía que su hermana tenía razón. NO podían pasarse los días sin intentar buscar algo que les permitiera ahorrar algún dinero para volver a su país y dar a su madre una vida más digna que la que ahora llevaba. Tenía que hacer algo, no sabía qué, pero sí sabía que así no podían seguir. La amenaza de su hermana de irse a Veracruz y dejarla sola nunca se la había tomado en serio, sabía que Auxy no la llevaría a la práctica, que sólo se lo decía para darle el empujón; no obstante, estaba dispuesta a todo con tal de ver a su  hermanita contenta y feliz. Llegaron a la Plaza de España y allí las perdí de vista, pues yo me bajé del bus para concluir mi “jornada de trabajo” hasta el día siguiente.

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