jueves, 8 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( X )

Toda esta historia se la venía contando Eusebio a Cristina en el bus, muy bajito, mientras el bus discurría por la Calle de la paz, y Paco, Triste y confuso, se bajó en la parada de la Plaza de la Reina.

  En ella está la catedral de Valencia. dedicada a la patrona la Virgen de los Desamparados y también el Miguelete. Llamado por los valencianos  “el Mikalet”. también está la reliquia del santo Cáliz. Destaca  la puerta de la catedral,  llamada puerta de San Pedro; ahí  es donde cada jueves se celebra el famoso tribunal de las aguas y que es un juicio popular sobre el riego de las acequias de la huerta valenciana. Estos  juicios  son  tradicionales  y se vienen celebrando desde los años 1600 aproximadamente.

La parte recayente a la plaza de la Reina, tiene un monolito maqueta todo en hierro a escala de igual forma que la original y con sus explicaciones históricas en relieve hecho a hierro en braille para losciegos. Eso tiene mucha lógica y aceptación por los turistas.
 
  Es viernes.
   Nosotros seguimos en el auto, recorriendo la zona sur de la ciudad.
  El área sur de la ciudad de Valencia parte de la Estación del Norte, situada en la calle Xàtiva. Se extiende desde la Plaza de Toros y abarca la céntrica calle Colón, por la que se accede fácilmente al mercado que lleva su mismo nombre. Esta zona está delimitada de un extremo a otro por la prolongada calle San Vicente y el Paseo de la Ciudadela, que acaba enlazando con la autopista del Saler. Barrios como El Pla del Remei, L'Eixample, Russafa, Monteolivete, Malilla o Fuente de San Luis prolongan esta zona hasta llegar al llamado cuarto cinturón de ronda Sur. La Gran Vía Marqués del Turia, la Avenida Peris y Valero o la Avenida de la Plata con Zapadores y Àusias March son vías de importante tráfico que conectan casi de extremo a extremo todo el área sur.

  En la calle Colón, el bus se llena de gente hasta no caber más. Unos corren a buscar asiento y los menos ágiles se colocan como pueden de pie, sujetándose a las barandillas de los lados de las puertas o a los respaldos de los asientos ya ocupados. Esto es lo que hace don Saúl Orea: apoyado en uno de los respaldos, va tratando de mantener el equilibrio para no caer con los bamboleos del coche. En uno de los frenazos, está apunto de caer encima de la persona que ocupa ese asiento, y, sin quererlo, su mano cae sobre el hombro de una joven, que inmediatamente le sostiene por el brazo.

  --Perdone usted, pero esto de ir de pie en los autobuses es algo que me aterra, ¿le he hecho daño?
  --¡Oh, no, no, no se preocupe! –le dice la chica con toda sinceridad- Perdone usted, pero yo no veo y no sabía que podría ir yo de pie mucho mejor que usted, siéntese aquí, por favor.
  El hombre le agradeció de veras este gesto, pero se negaba a cambiar la seguridad de la joven por la suya.
  --NO, no, siga usted. Por cierto, esa voz.... esa voz la he oído yo alguna vez, ¿puedo saber su nombre?
  --Me llamo Irma Guadalupe. Creo que yo también le conozco a usted de algo. ¿No es usted el famoso escritor que tantos libros vendió el mes pasado ¿?
  Saúl no pudo menos que soltar una sonora carcajada y asentir.
  --El mismo:. Y usted es la jovencita escritora que tiene guardados un montón de libros, que seguramente tendrán mucho más mérito que el mío, pero que usted sabrá porqué no los expone o los da a conocer. ¿Puedo serle útil?
  --Pues... verá: yo vine a España hace 3 meses, con la intención de buscarme algún negocio que me permita ganar algunos dineros para mandar a mi mamá, y cuando pueda, volverme a Veracruz. Mi hermana vino conmigo pero hasta ahora no hemos encontrado nada. Al ser inmigrantes, nos rechazan o nos ponen muchas pegas. Soy aficionada a la escritura y la practico en los ratos en que me siento inspirada, pero... no creo que valga la pena darlo a conocer.
  --¿Porqué no? Yo no esperaba, ni por un momento, que con mi libro iba a tener el menor éxito, y ya lo ve usted: llevo vendidos más de 10.000 ejemplares en dos semanas.
  --¿Y dónde los editó? –preguntó Irma ilusionada y a la vez arrepentida de haber hecho esa pregunta a una persona a la que acababa de conocer.
  Saúl, sin mediar palabra, tomó su teléfono móvil y marcó un número.
Cuando acabó la conversación con su interlocutor, se volvió a Irma y le dijo:
  --¿Tiene usted inconveniente en darme un teléfono o dirección donde poder localizarla? No se preocupe, sus datos sólo los sabré yo, le doy mi palabra de caballero.
  Irma dudó un instante, no sabía qué hacer, si dar su número de celular a aquel extraño o decirle que no, que se lo agradecía pero que no tenía teléfono. Pensó en lo que Auxy le había dicho cierto día, y al final se decidió a arriesgar su suerte.
  --Tome usted mi tarjeta. Ahí vienen mi teléfono y mi dirección.
  Don Saúl Orea la guardó en el bolsillo de su pantalón y ambos siguieron charlando hasta que ella tuvo que bajarse en la Avenida peris y Valero para dirigirse a una empresa donde había de pasar una entrevista de trabajo.

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