martes, 20 de diciembre de 2011

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XXI )

Son casi las tres de la tarde cuando en la Avenida de Burjassot, la totalidad de los asientos está ocupada. El grupo de amigas que esta mañana fueron de compras, ha vuelto al bus con una cantidad de paquetes como si hubieran adquirido todos los objetos de un almacén entero. Don Blas, don Saúl Orea y don Tomás, también han subido aquí pero son los únicos que traen las manos vacías, mejor dicho, semi vacías, porque cada uno porta su cartera y su bastón blanco, propio de las personas ciegas para auxiliarse en sus desplazamientos por la vía pública.
  Ana Nelys se acerca sonriente a don Blas y le tiende la mano, diciéndole:
  --Nos pondremos muy guapas mañana para recibir a sus hijos y a su nieto, ¿nos acompañará usted, don Blas?
  --Ya lo creo, preciosa yo también cantaré con vosotras si me dejan, pero no en el disco, no os preocupéis, sólo en el final del acto.
  --¿Y si resulta que no les gusta? –pregunta Ana un tanto inquieta.
  Blas le aprieta la mano y a su vez le pregunta a ella todo entusiasmado:
  --¿Y si resultara que les encanta como cantáis y os llevan a hacer una gira? Me dejarás solo, Anita. Ya me vengo acostumbrando a tu compañía y me resultará difícil no tenerla.
  Ana, incrédula por su posible éxito, sonrió y respondió:
  --No, don Blas, no lo dejaré solito, ya lo verá. Incluso....
  --¿Qué ibas a decir?
  --No, perdone, nada, -respondió ella azoradísima.
  Iba a decirle lo que en ese momento sentía, pero una mezcla de orgullo y de recato le hicieron callar.
Don Saúl Orea y don Tomás no podían explicarse el cambio que su compañero estaba dando en los últimos meses.
  Las chicas se bajaron nuevamente en su parada de inicio de este viaje, Por fin, Tomás se atrevió a decir a Blas:
  --Compadre, estamos comentando Saúl y un servidor lo distraído que estás estos días, lo cambiado... Hoy sin ir más lejos, has estado fatal en la partida de las cartas, algo que no es normal en ti, ¿qué te pasa, Blas, estás enfermo?
  --No, no; no veo en qué he fallado hoy.
  --¿Que no lo ves? -Rió don Saúl Orea de buena gana- Hombre, podías haberte plantado con 27 y no te has enterado, te hemos hecho las treinta y una y ha tenido que pagar todo quisqui en la mesa.
  --Perdonar, no lo sé, no me he enterado ciertamente. Creo que lo mejor será que no vuelva a jugar y así no os haré fastidio.
  --NO, Blas –le responden los dos- Lo mejor es que si te ocurre algo, nos lo hagas saber e intentaremos ayudarte porque así no estás ganando ningún beneficio. Creo que los amigos estamos para tendernos la mano unos a otros. Dinos, ¿qué ocurre? Si es que no quieres marcharte con los hijos, tampoco creo que sea algo imposible de arreglar, nosotros podemos convencerlos de que te permitan seguir aquí como sea.
  --No, no sólo es eso, es algo mucho más complejo. Mi mal es el peor mal que puede aquejar a un hombre ya entrado en años, y creo que  ya no tiene remedio.
  --¡Caramba, chico, -ríe don Tomás- todo tiene remedio menos la muerte. Vamos, dinos qué ocurre.
  --NO puedo, Tomás, dejadme tranquilo, no puedo, ¡no puedo deciros nada!, esto es para el que lo pasa y nada más.
  --¿Quieres que te lo diga yo? –interroga Saúl seguro de acertar en su hipótesis-.
   --Bien, si lo adivinas, no tendré más remedio que confesarlo. Pero no me digas más de una hipótesis porque no tendrás opción de cambiar.
  --No, si no tengo más que una causa: La chica argentina. Esa es la causa de tus males y tormentos, ¡ya está, ya lo solté!
  --¡Pero Saúl, por Dios! –le replica Tomás- ¡pero si le lleva por lo menos 30 años y podría ser su padre.
  --Pero no lo es; eso es lo bueno de lo malo: la chica no es su hija, en el corazón no manda nadie y el amiguito está loco por ella.
  Blas sacó su pañuelo del bolsillo, bajó la cabeza avergonzado, y trató de limpiar una lágrima que le corría por la cara a toda velocidad sin detenerse ante la mano que trataba de disimularla. Tomás, sabiendo la angustia que la afirmación de un amigo había provocado en el otro, le puso la mano en el hombro a Blas y le levantó la cara con la otra mano.

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