lunes, 9 de enero de 2012

VIVENCIAS EN UN BUS . NOVELA CORTA ( XL)

Epílogo.


  Han pasado ya 20 años desde que les conté LAS VIVENCIAS EN UN BUS.
Nada menos que 20 años en los que yo no he parado de trabajar para la revista de la Comunidad de Castilla-La Mancha que les anuncié.
  Ya es hora de que me tome unas vacaciones, y nada mejor que pasarlas en mi adorada Valencia. Unas vacaciones de un mesecito en las que visitaré por enésima vez esta hermosa ciudad.

  Caminando por la calle Colón, pensando en las nubes, y preguntándome qué sería de los personajes de la historia del bus del señor Antonio, oigo un silbido que me hace volver la cabeza.
  ¡¡¡¡Irma, Cris!
  Corro hacia ellas abrazándolas y besándolas con todo mi cariño. ¡Pero qué guapas están! ¡Oh, también viene Rosa Mari Busto con ellas!
   NO me dan lugar a preguntar nada. NOs encaminamos a un bar, pedimos sendos refrescos, y todas a la vez me ponen al día:
  --¡Dejadme a mí, caramba, que para algo soy la más mayor, ja, ja, ja! –dice rosa Mari-. Pues mira, chica: Toni  ya se jubiló. Como esta eminencia sigue escribiendo libros aquí y allá, y ganan lo que quieren y más, pues el hombre ha pasado el bus a su  futuro yerno. Sí, porque Osquítar ha salido todo un señor, un mochuelo que corteja a Silvia día y noche; la nena es un verdadero primor, ¡ya quisiéramos muchas!: estudiosa, trabajadora infatigable, romántica empedernida... Y claro, pues la boda estará servida en cuanto ella acabe la carrera de periodismo, le falta muy poco. Cristina y Xeby están aún más locos que los jóvenes con el evento.
  --¿Y Sol y Beto? –pregunto yo ansiosa de noticias.
  --¡Calla, mujer, escucha!:
Sol y Beto ya se casaron, ella es también periodista, y Beto, el bendito Beto se nos ha hecho médico, médico de gran prestigio. No tienen hijos de momento porque quieren vivir la vida a tope y ya sabes que los niños atan mucho, y más si salen como la nena, que... ¡bendita la madre que la parió!
  Me entra la carcajada al oír a Rosa Mari con estas expresiones. Pero no digo una palabra esperando a que sigan.
  --¿Sabes? Todavía viven don Blas, don Tomás y don Saúl Orea, los más veteranos en el bus. Don Tomás pasó la editorial a Jaime Sierra, que se casó con victoria Martín, de modo que uno la dirige y la otra es la secretaria. Sólo con publicar los libros de doña Irma ya tienen el sueldo de todo el año, ¡es que esta señora se va a morir con la mano en la tecla del ordenador!
  Los señores Rodríguez Moreno también se jubilaron, han dejado la discográfica a sus hijos, Rubén Darío es todo un “jefazo”, y su mujer, Auxy, le ayuda cuando no van de gira. Porque... ¡sí señorita, las nenas todavía van a cantar por el mundo!, Cris, Ana, Auxy y cuando puede Irma, han formado ya un grupo artístico, ¿no has oído hablar del grupo “las del bus”?, pues ellas son, y sólo descansan dos o tres semanas al año. Pero ¡ojo!: cuando Ana se tiene que ir, don Blas ya no padece, sus hijos se han venido a vivir a esta ciudad y lo cuidan con todo el amor del mundo. Y cuando está Ana, no hay quien toque al caballero, ella se ocupa de conservarlo como una rosa, y mira que ya tiene 96 añitos.
Don Tomás Zaragoza... –Rosa Mari calla de repente- NO sé qué pasa pero se dan todas unos codazos tremendos y nadie habla.
  --¿Qué ocurre con don Tomás? –pregunto curiosa-.
  --Pues que se casó con ella –dice Irma riendo- Se prendó de rosa, o ella de él, no lo sé, el caso es que viven como quieren y mejor.
  ¿Y Paqui y Manolo? ¿y Paco y Lena?
  --Paqui y Manolo, ¡si los vieras no los conocías! Manolo está ahora mucho más grueso, pero cuanto más viejo es, mayor es el desparpajo que tiene y el repertorio de chistes. Pero Paqui ya se ha resignado a que le obsequie con ellos a todas horas. Se aman con locura y Manolo sin ella no es nadie. Viven ahora en Sevilla, porque en Valencia ya se han cansado.
  Paco y Lena...., ¡otros que no viven la una sin el otro! Están esperando ser abuelos, insisten a Beto y sol para que les traigan algo con qué entretenerse pero los condenados dicen que nones, que quieren vivir un poco más y disfrutar.
  --Y tú, Irma, ¿no me cuentas nada de Ton y de ti?
  --Si logras callar a esta cotorra de Rosa Mari... te contaré.
  --Bien, ya no hablo una palabra más, pero cuéntalo todo, todo lo que queda.
   --Toni  y yo somos muy felices. Me traje a mi mamá con nosotros, y pasa los días jugando con Silvia y Óscar como si aún fueran críos. Mi hermana se la lleva también con ella y con mi cuñado pero casi siempre la tenemos aquí. YO hubiera querido tener más hijos, pero a Ton  no ha habido forma de convencerlo, dice que ya lo pasamos bastante mal cuando tuvimos a Silvia y que no permite que vuelva a ponerlo en otra. Yo sigo escribiendo, aunque don Saúl Orea me hace la competencia sin parar, ja, ja, ja, pero nos llevamos como dos estupendos colegas.
  --¿Y tú Cris, qué me cuentas?
  --YO, yo no puedo contarte más que maravillas. Mi marido es encantador, un padrazo que ama a Óscar y a Sol por igual, ya sabes que la niña no era hija suya pero eso no impide que se quieran con locura, yo creo que lo quiere más que a mí. La que me da quebraderos de cabeza es esta bendita de Rosa Mari, que me ha malcriado a Óscar, le da todos los caprichos que quiere, y la señorita...  Pero es como una madre para mí, una abuela para ellos  y una mujer de su casa.
  --¿Entonces todos sois felices?
  --¡Plenamente, y ojalá sea por siempre.

  ¡Pues ojalá así sea! Por mi parte, deseo que lo hayan pasado todos al menos tan agradablemente como yo. Que este relato quede en la memoria de todos como un regalo que les brindo.



Fin.    

Autor: María Jesús Cañamares.

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