lunes, 30 de julio de 2012

Técnicas de guía vidente para sordociegos (12)

Paso por puertas.

Durante la marcha, es posible tener que cruzar puertas de distinto tipo: puertas más pesadas de entrada de edificios, puertas de habitaciones más fáciles de mover, puertas giratorias, puertas que se abren hacia dentro o hacia fuera, a la derecha o a la izquierda, puertas que se cierren solas o que haya que cerrar. Hay sordciegos que pueden colaborar con el guía y cerrar la puerta; por ejemplo, si tienen resto de visión pueden observar hacia qué lado se abre la puerta y luego situarse junto a esta para cerrarla. Cuando la persona ve poco o es sordociega total, hay situaciones en las que no es práctico que sea el guía quien cierre la puerta, ya que les supone a ambos realizar muchos giros (hacia su espalda y luego recuperar la línea de la marcha). Del mismo modo, pararse cuando se acaba de pasar por la puerta para indicarle en su sistema de comunicación que sea él quien la cierre, no siempre queda claro, pues la persona desconoce el entorno y está desorientada, y tardará en localizar donde está el picaporte. Si se cree conveniente que sea su acompañante quien cierre la puerta, éste puede ayudar a comprender la situación de paso por ellas facilitando el contacto físico de su mano con el marco de la puerta o con el picaporte, según esté situada la persona a uno u otro lado. Aun así, esta información muchas veces resulta insuficiente y es más eficaz dirigir táctilmente la mano del sordociego para que sea él quien cierre la puerta. Al describir a continuación las posibles situaciones, es importante establecer el lugar en el que la persona sordociega se encuentra. Por ello, aunque el marco es algo que rodea a la persona a derecha e izquierda, a continuación utilizaremos «marco» para indicar la parte de este opuesta a las bisagras.

La persona sordociega está situada más próxima a la puerta y esta se abre hacia dentro (hacia ellos): El guía coge el pomo o el picaporte con su mano libre Abre la puerta del todo y sitúa la mano libre de la persona sordociega en el pomo del otro lado de la puerta El guía coloca su brazo en la posición de paso estrecho (o coloca su brazo en el lateral del cuerpo de la persona sordociega y la mueve para situarla detrás). Caminan ambos en paso estrecho hasta traspasar el umbral. La persona sordociega mantiene agarrado el pomo todo el tiempo hasta cerrar la puerta. El guía debe caminar despacio para darle tiempo a la persona guiada a cerrar la puerta.

El guía coloca su brazo (al que se agarra la persona sordociega) en posición de paso estrecho y abre la puerta con su mano libre. El guía gira levemente su cuerpo mientras pasan por el umbral y mantiene sujeto el pomo hasta estar del otro lado, momento en el que la puerta queda completamente abierta. Una vez que han pasado, deja de colocar el brazo en paso estrecho. Con la mano del brazo que guía, coge la mano libre de la persona sordociega, la sitúa en el pomo del otro lado de la puerta y se queda parado para darle tiempo a cerrarla.

El guía puede hacer un cambio de lado antes de llegar a la puerta, para facilitarle que sea la persona sordociega quien la cierre del modo explicado anteriormente.

Otra forma de indicárselo sin que haya un cambio de lado previo es que el guía abra la puerta del todo con su mano libre. Agarra la mano libre de la persona sordociega y la sitúa en el lado exterior del brazo que guía. Después, coloca su brazo en paso estrecho, pasa su mano libre por detrás de su espalda y coge la mano con la que le agarraba la persona sordociega y la sitúa en el picaporte. Caminan lentamente, sin ser ya necesario la posición de paso estrecho, pues la persona guiada estará tras él. El guía hace una pausa para que la persona sordociega cierre la puerta.

Otra forma en que el guía puede indicárselo sin que realice un cambio de lado previo es abrir él la puerta del todo con su mano libre. Agarra la mano libre de la persona sordociega para situarla por el lado exterior del brazo que guía. Después, coloca el brazo en paso estrecho. El guía pasa su mano libre por detrás de su espalda y coge la mano con la que le agarraba la persona sordociega y le sitúa el dorso de la mano en la puerta. Y caminan lentamente sin ser ya necesaria la posición de paso estrecho, pues la persona guiada estará tras él y mantendrá el contacto con la puerta. El guía ayuda a que agarre el picaporte del otro lado de la puerta y hace una pausa, para que la persona sordociega la cierre.

Siguiendo la idea de facilitar táctilmente el conocimiento de lo que la persona sordociega debe hacer, se le puede indicar que ayude a abrir puertas con muelle. Si no se coloca la mano de la persona sordociega en el lateral de la puerta o en el asidero mientras se atraviesa, se estará cerrando, y el guía no podrá controlarla.

Una vez que el guía ha abierto la puerta, y conforme suelta su mano del agarrador para buscar la de la persona sordociega, puede controlar que la puerta no se cierre situando su pie como tope.

Suelen encontrarse en la entrada a bancos o cajas de ahorros y en algunos edificios públicos. Generalmente suele haber al lado otra puerta que se abre normalmente y, en situaciones en que el guía considere que puede ser muy complicado para la persona, puede utilizarlas o, si es un banco, pedir que las abran.

Antes de atravesar una puerta giratoria, es necesario saber si la persona las conoce y si las ha utilizado alguna vez. A excepción de cuando se guía a niños pequeños, no suelen caber las dos personas en el espacio triangular y, además, caminar. Por ello, hay que indicarle que pase ella primero, colocándole una de sus manos en el frontal y la otra en el lateral para que la deslice por este. Se le avisa que cuando note que hay un hueco, debe salir y quedarse quieto, hasta que llegue el guía en el siguiente movimiento de puerta. Si el guía pasa primero, no puede avisar para que la persona sordociega sepa cuándo puede pasar y lo haga.

jueves, 26 de julio de 2012

Técnicas de guía vidente para sordociegos (11)

Seguimos con las técnicas de guía vidente para sordociegos, en esta nueva serie os quiero contar como se deben abordar situaciones de la vida diaria como subir y bajar bordillos,los distintos tipos de escalera, acceso a transportes públicos, etc.

Hay situaciones en las que se va a seguir caminando en la misma dirección, pero es conveniente, para la seguridad de la persona sordociega, que se cambie de lado. Por ejemplo, cuando caminan por aceras estrechas y su situación es la más próxima al bordillo, para evitar que se caiga; o cuando suben o bajan escaleras, para que pueda agarrarse a la barandilla; porque el sol le deslumbre cuando se están comunicando, etc.

En los programas de rehabilitación se les enseña a realizar el cambio de lado pasando por detrás del guía, sin perder el contacto con este. Aunque aprenden a realizarlo cuando están parados o caminando, la realidad es que es más seguro y cómodo para ambos que, al indicarle el cambio de lado, el guía haga una breve parada, si la afluencia de gente que camina tras ellos lo permite.

En el caso de que la persona desconozca la técnica de cambio de lado, que es el modo más rápido y seguro de hacerlo, el guía puede pararse, indicarle que le agarre por el otro brazo y dejar que se cambie pasando por delante de él, ya que de esta forma, aunque se suelte, el guía le puede dirigir y ayudar. Otro modo sería que el guía se parase, le avisara de que debe agarrarse por el otro lado y fuera él quien se moviera por delante de la persona sordociega).

domingo, 22 de julio de 2012

Una sordociega total ha logrado una carrera universitaria

El mundo en las manos.
“¿Cómo son?”, es lo primero que pregunta Gennet Corcuera a Almudena Espinosa. “Él no tiene pelo y lleva perilla, ella lo tiene largo y pelirrojo”, le contesta. “Entonces a él le llamaremos ‘calvo”, pasa la mano por encima de la cabeza. “Y a ella ‘roja”, toca sus labios repetidas veces con su índice. Toda la conversación se produce en una combinación de lenguaje dactilológico —abecedario en la palma de la mano— y el de signos de sordos. Almudena traduce el diálogo. Ella es su mediadora. En la práctica, es la voz, los ojos y los oídos de Gennet, que no ve ni oye.

Así, mano sobre mano para entenderse —Gennet necesita sentir qué movimientos, que son palabras, hace su interlocutor—, han ido juntas los últimos seis años a clase. Almudena le ha traducido las explicaciones de los profesores. Gracias a eso, y muchas horas de estudio —“dos o tres todas las tardes”, dice—, Gennet, de 31 años, es la primera titulada universitaria sordociega de España, según la Organización Nacional de Ciegos (ONCE). A mediados de junio recibió su diploma en Educación Especial por la universidad privada Don Bosco (adscrita a la Complutense). Ambas le quitan importancia al logro.

“El mérito es todo suyo, yo soy solo una herramienta”, dice la mediadora. “No soy la primera, otros tienen carreras, pero no eran de mi tipología: sordociegos totales congénitos”, puntualiza.

Al final, reconoce su esfuerzo: “Ha sido un éxito”. La principal dificultad ha sido el tiempo. “He tenido mucha paciencia. Debía estar al nivel de mis compañeros, pero mi ritmo es más lento. Aun así no he abandonado”. Gennet se ha matriculado cada año de la mitad de asignaturas de cada curso. “Para asegurarme que podía aprobarlas”, explica. Por eso ha empleado seis años en terminar unos estudios de tres. Eso no importa, ha cumplido su objetivo: “Ampliar el currículo para poder conseguir un trabajo”.

Gennet tiene además otras cualidades. Aunque no habla —porque no oye ni puede aprender visualmente a hacerlo— Gennet maneja varios idiomas: el de signos apoyado para conversar, el Braille para leer y el alfabeto normal para escribir en el teclado de su ordenador.

Sobre sus hombros su mochila siempre va llena con todos los aparatos que necesita para comunicarse: un portátil, un móvil, una línea Braille que le lee todo lo que aparece en la pantalla de ambos aparatos y una tablilla con el alfabeto en relieve por si necesita decir algo y no va acompañada de un mediador. Busca las letras con los dedos y señala “h-o-l-a” para enseñar cómo funciona. A su izquierda normalmente está Almudena.

Todo lo que sabe lo ha aprendido desde los siete años, cuando sus padres adoptivos la trajeron a España. Hasta entonces vivía en un orfanato en Etiopía, donde fue abandonada con dos años. “Desaparecieron”, se refiere así al asunto. La bibliotecaria de la escuela de la ONCE, donde le enseñaron a comunicarse y cursó los años de colegio, recuerda los primeros días de Gennet allí, cuando la pequeña solo emitía sonidos con la garganta. Poco a poco aprendió las palabras relacionándolas con los objetos que tocaba. Pero, ¿cómo comprendió conceptos abstractos como la alegría o la tristeza? “No lo sé. Recuerdo que cuando me daban un juguete que me gustaba el profesor me asociaba esa sensación con la alegría”, cuenta.

Tampoco hay un objeto palpable para entender qué es un amanecer. “Siento cuando hay luz y sé que es de día, no sé cómo explicarlo”, dice. Aun así, duerme con un despertador que vibra bajo la almohada, cuyo movimiento le indica que es hora de levantarse. A partir de ese momento desayuna en el comedor de la residencia en la que vive en el centro de Madrid, después se ducha y viste para bajar a la calle, donde la espera Almudena para acompañarla donde sea. Durante el curso han ido a la universidad, ahora en verano van a clases de informática.

Cuando regresa estudia, lava y plancha su ropa… Todo eso, lo hace sola. Lo que requiere mucho orden, memoria y puntualidad. Pero ahora, acabada la carrera, quiere más independencia.

“Sé que con la crisis es difícil encontrar trabajo, y creo que por mi discapacidad voy a tener más dificultades. Las personas normales pueden buscar más diversidad de empleos”, dice. A ella le gustaría trabajar con niños especiales. “No sé si lo voy a conseguir. Primero tendré que pasar entrevistas en empresas”, continúa. Cuando lo consiga, planea ahorrar y comprarse una vivienda. “Me gustaría probar a vivir sola, sola, sola. No quiero tener que depender siempre de una persona”, confiesa. Para eso dice que debe “asumir el control de una casa”. Como primer paso está aprendiendo a cocinar. “Me gusta mucho el pollo con ajo y cebolla”, revela. Pero el plato del que más alardea es el bizcocho que hizo hace poco. “Estaba muy rico. Cuando tengas casa me tienes que invitar a comer”, le pide Almudena.

Gennet desea “más libertad”. Agradece toda la ayuda con la que cuenta: sus padres le pagan la residencia, la ONCE la mediadora y la formación en nuevas tecnologías adaptadas a su discapacidad. “Tengo necesidades específicas y necesito más recursos”, reconoce. Pero el apoyo recibido, aunque imprescindible y de agradecer, tiene otra lectura, según ella: “A veces se me ha querido proteger demasiado, me hubiera gustado hacer más cosas”. “¿No has hecho lo que has querido?”, le interrumpe Almudena. Gennet se rinde y admite que sí. Sale con amigos, ha estudiado lo que ha elegido, viaja… “Pero quería más”, apostilla.

Ha estado en Alemania, Portugal, Francia, Italia, Miami, Venezuela y ha vuelto dos veces a Etiopía, su país natal. “Me gusta ver culturas nuevas”, aclara. Viaja con amigos o la familia, quienes le describen cómo son las ciudades. Su país preferido: “Alemania. Es más limpio y las calles espaciosas”.

Su mayor ventana al mundo, sin embargo, es Internet. “Me interesa estar conectada”. En la Red chatea, envía y recibe correos y lee.

“Sé que España juega la final de la Eurocopa”, pone de ejemplo. “Y la ola de calor que estamos sufriendo me tiene muy preocupada”, añade. También ve películas. “La mediadora me describe las escenas y me reproduce los diálogos”, explica. Así vio El milagro de Ana Sullivan, que trata sobre la vida de la maestra de Hellen Keller, una activista sordociega nacida en 1880 en Alabama. Un referente para Gennet. “He leído mucho sobre ella”.

Pero no todo es estudiar y leer en la vida de Gennet. Le gusta mucho salir de compras. “Es muy coqueta. Le gustan las camisetas cachondas”, desvela Almudena, que le traduce a la aludida lo que está diciendo de ella. La joven ríe sonoramente al percatarse de que su aspecto físico es centro de la conversación. Le gustan las faldas e ir conjuntada. No tiene el concepto del color, pero sabe cuáles pegan. “Me lo dicen”, apunta. Por la forma y textura de las prendas —“están perfectamente ordenadas en mi armario”— recuerda de qué color son y las combina adecuadamente. “Hoy llevo una falda negra con flores y una camiseta blanca”, demuestra.

Otros ven las ciudades por ella, le indican con qué ropa está guapa, le reproducen los diálogos de las películas… la confianza en los demás es fundamental.

“También me he encontrado con gente mala que no ha querido contactar conmigo, pero hay que respetarlas”. Gennet no le da importancia. “Soy cariñosa y tranquila. Mi relación normalmente es buena con todos. Aunque también me enfado”.

De vuelta a su residencia en taxi, se preocupa por cómo ha hecho la entrevista. “Muy bien”, responde Almudena. El conductor que ve la conversación pregunta: “¿Qué le pasa?”. Un segundo acompañante de Gennet, en el asiento del copiloto, responde: “Es sorda y ciega, ¿se lo puede usted imaginar? Pues se ha sacado una carrera”.

Alejandra Agudo
Publicado en: El País

miércoles, 18 de julio de 2012

Los sentidos robados (III y final)

Miedo

Y llegó la nueva vida que ahora sostienen, con un miedo, un profundo temor que asola sus pensamientos sin tregua, el de todas las personas que padecen su mismo síndrome. «Un día, en cualquier momento y sin avisar, de golpe, puede ser mañana, dentro de un mes o de un año, pero va a llegar seguro, de pronto no veremos nada, nos quedaremos ciegos por completo». Y esta insignificante luz actual que aún les ayuda a saber quién –por el número de veces– y cuándo –por la luz intermitente encendiéndose en la casa– llama al timbre, o a reconocer que la cocina vitrocerámica está encendida, o a apreciar que comienza a perderse el día y que hay que volver a casa con pasos algo más seguros porque la noche apaga totalmente sus ojos. Todo se perderá y la vida les habrá robado por completo sus sentidos dejándolos solo al amparo de las manos y de lo ya aprendido. Comparten ese miedo que ya conocen en otros sordociegos «no queremos pasar lo que ellos sufren», ni ver ni oír nada.

Y el miedo a un amanecer ciego del todo despierta algún desconocido sentido ubicado en la inteligencia más intuitiva y emocional para querer absorber imágenes, llenar la cabeza de fotografías y recuerdos, aprender y retener los colores del mundo, sus formas para conservarlas en la memoria de un ciego que es sordo, de un sordo que es ciego. Quieren viajar, conocer, captar. Vivir.

Los traductores se convierten en sus ojos y sus oídos, y no les es suficiente con relatarles lo que ocurre, por ejemplo en un partido de fútbol. «Tenemos que describirles el lugar donde están, las banderas, las caras pintadas con ellas de los aficionados y el partido con detalle... y ellos lo viven, no sé bien cómo, pero lo disfrutan».
A estas personas, sobre todo cuando los dos sentidos los han abandonado por completo, les es imprescindible el apoyo de un asistente. La compra, los papeles del banco, la peluquería, el médico... para todo necesitan ayuda son otro mundo y no pueden comunicarse ni como un ciego ni como un sordo», explican los traductores.

Claudio. Claudio Santana de 43 años, tiene un extraño, casi extravagante, recuerdo soñado. Tendría unos 20 años cuando un mosquito le picó en el ojo y se llevó su vista. Ahora, ya solo quiere vivir para Patricia, aprende con ella a cocinar o limpiar y la angustia vence más sus pasos que los de ella: «ya no veo de un ojo y tengo miedo de que cuando no vea nada cambie, mi forma de ser, de sentir, que no sea yo, no sabré qué hacer, cómo vivir, lo tengo siempre en mente».Ya solo están las manos. Ni el tañir lejano de unas campanas ni el monótono canto de los pájaros al irse el día. Tampoco la luz del sol rompiendo las nubes. Tampoco el mar tiene color o sonido. Cuando se ha perdido la vista y además no se ha conocido el sonido, la existencia se mueve en una oscuridad silenciosa incomprensible para quienes disfrutan de ambas capacidades o de alguna. La vista y el oído son los dos sentidos de la distancia y de la interpretación del mundo. Una persona que los ha perdido o no los ha tenido nunca no suma dos discapacidades sino que se envuelve en una telaraña de incomunicación, dificultad de aprendizaje y relación, en un universo en el que el entendimiento no encuentra el rumbo.

domingo, 15 de julio de 2012

Los sentidos robados (II)

Patricia. Patricia Zorita tiene 40 años y nació en La Bañeza (León). Fue la sordera la que trajo sus pasos a Valladolid en busca de un colegio especializado en el que estuvo interna. Nunca oyó y la ceguera comenzó a llenar primero sus noches, una oscuridad «en la que me agarraba a mis padres, para cualquier cosa, tenía una gran inseguridad».

Distintas ciudades, numerosos médicos, nuevas pruebas... sus padres no querían rendirse pero «tenía esta variedad de la retinosis pigmentaria y era progresiva». Pese a todo Patricia, que no ha perdido fuerza emocional alguna, logró acabar sus estudios de informática y administración. «Lo pasé mal, muy mal». Ni profesores ni compañeros conocían a lo que se enfrentaban y, al silencio y oscuridad de sus días, se sumó la incomprensión de un mundo que la aprisionaba. A punto de dejarlo «muchas veces»; pero no es mujer de abandonar nada, solo hay que sentirla, siguió hasta conocer los secretos de la informática que, si no le han dado una oportunidad laboral, sí al menos un lugar de comunicación con otras personas mientras disfrute de ese resto de vista. Entre sus recuerdos adolescentes, cuando «me llamaban torpe porque en el gimnasio del colegio tropezaba con algo, 'no lo he visto, no lo he visto', decía, pero no por despiste como lo dicen los demás, es que yo no lo había visto». Y ahora se pregunta «¿tanto sacrificio para qué?; incluso «empecé a hacer prácticas en la ONCE pero era poco eficaz, prometí adaptarme, mejorar, pero nada... fue mi única experiencia profesional».

La pensión de invalidez resolvería torpe pero como único asidero su vida, y también la de Claudio. A él, un malagueño afincado entonces en el País Vasco, «lo conocí hace cinco años a través de una actividad de la asociación Asocyl. A partir de ahí, o iba yo a Bilbao o él venía a Valladolid y nos comunicábamos por internet».

Desde el principio, confiesan ambos, desde el principio... aclara Claudio que buscó información sobre cómo hacer aquello de estar siempre con ella. Porque en su mundo, el conocimiento de las costumbres sociales, culturales... no son rutina, no son conocimientos asumidos. Es extraño. Por eso, Claudio compró con ayuda un anillo que le ofreció cambiar a Patricia «por cualquier cosa si no le gustaba»; pero sí supo decirle que él ya solo quería estar con ella. Y ella, muy claro: «nos casamos», concluyó.

miércoles, 11 de julio de 2012

Te mando ésto para que lo veas y cuando puedas lo subas al blog. Es real, yo conozco a la protagonista y a su hermano de hace muchos años. Un saludo.

Los sentidos robados. elnortedecastilla.es


24.06.12 - 18:04 - ANA SANTIAGO | Valladolid
Ni vista ni oído. Hay más de mil personas en Castilla y León sordociegas e, inevitablemente por ello, también mudas. Al menos esas son las estimaciones de un colectivo invisible para las administraciones y sin voz para una sociedad que ni tan siquiera se ha molestado en contabilizarlos y el dato, el millar, es una estimación por prevalencia de patología. La Asociación de Sordociegos de Castilla y León, Asocyl, solo suma treinta entre sus socios, solo puede hacer llegar la ayuda y los intérpretes a treinta.

El cambio
Claudio y Patricia comparten la sordera y apenas disfrutan, y no por mucho tiempo, de un resto de vista, un campo visual limitado a un estrechísimo y nublado círculo que, bien orientado, les deja al menos percibir una luz, intuir un obstáculo. Ambos son sordos desde el nacimiento y ciegos desde la adolescencia o juventud. Su problema tiene nombre, uno muy habitual como causa de esta carencia sensorial dual, síndrome de Usher.

Hace un año que se han casado. Cambio de casa, de rutinas, de experiencias, de entorno, de barreras. Conviven solos, sin familia aunque sus visitas frecuentes ayudan, en un hogar que han construido no solo a la medida de sus dificultades sino a la de las personas que ven y oyen. La normalización a los ojos de los demás es casi una obsesión y su vivienda, como la de cualquier pareja recién casada, tiene fotografías de su boda, múltiples figuras de adorno y cuadros –algunos hechos en talleres específicos por Patricia– y espejos... llamativamente limpia y ordenada. «Tenemos mucho tiempo para ocuparnos de ella», casi se burla de si misma Patricia; aunque inmediatamente añade que «el mérito no es mío, tenemos mucha ayuda y queremos que resulte agradable para la gente que viene a casa».

Cada uno necesita su intérprete. Juan Carlos Santiago y Ciara Fonseca trasladan su peculiar mundo a la palabra tras recibirlo con las manos. Claudio y Patricia aprendieron el lenguaje de los sordos cuando aún veían y es toda una ventaja de comunicación porque cuando la ceguera los invada por completo tendrán que limitarse solo al tacto, ya no valdrán los movimientos expresando ideas. Entre ellos, la conversación fluye incluso a más velocidad que la verbal, se corrigen y se quitan 'la palabra' para completar ideas. El tacto, una necesidad continua. No buscan el rostro de las personas para conocerlas, pero quieren poner su mano sobre el brazo para saber que están ahí.

Sus vidas ya estaban juntas antes de conocerse. El factor genético es indudable en ambos casos. Ella tiene un hermano y Claudio un gemelo y otro mayor sordomudos. Este último, además, tiene asociada una discapacidad mental que la incomunicación le añadió.

domingo, 8 de julio de 2012

El papel del braille para mejorar la participación de las personas deficientes visuales en la vida política, económica, cultural, social y familiar (2)

¡Caramba, cómo pasan los años! Hace  unos 20 que nos conocemos. Tú  eres un joven licenciado en esa carrera por la que tanto has luchado. Un hombre maduro con  porvenir brillante. YO sigo siendo tu sistema, tu código de lectoescritura y comunicación, ¡tu amigo fiel de toda la vida!

NO, no tienes nada que agradecerme.  te he ayudado a salir al mundo, a aprender. Pero yo también debo agradecerte a ti muchísimas cosas: me  has llevado a todas horas contigo; me has difundido allá donde te lo han permitido; me has defendido con todas tus fuerzas cuando alguien que no me quiere bien ha intentado erradicarme de vuestro mundo... Recuerdo ese día, cuando tú ya estabas cursando segundo de la ESO en un colegio de Integrada. La maestra os explicó que la palabra “sistema” tenía muchas variantes y según la que en cada momento se empleara, esa palabra significaba cosas muy distintas.

Os ordenó hacer una redacción sobre las variantes de la palabra sistema a ver cuántas conocíais. Recuerdo que, finalizados los trabajos, la profesora os hizo leerlos en voz alta. Cuando llegó tu turno, dijiste muy claro que para ti el mejor sistema era yo, el sistema Braille. ¡Qué caras de asombro en tus compañeros, qué cuchicheos! NO entendían que lo que ellos no necesitaban para nada, fuera tan importante para ti.

La maestra, mucho más serena y comprensiva, les explicó el porqué de este altísimo valor que tú me dabas, expuso todos los argumentos y razones que ella sacó de su almacén de sabiduría, de tal suerte que a mí, sólo de observarlo, se me alborotaron todos mis puntitos en el papel de tu redacción, pero ella logró que a partir de ese día, todos los alumnos sin excepción quisieran conocerme y convivir conmigo como convivías tú. La misma profesora me utilizó cmo cómplice, para que yo marcara ese sobresaliente que te puso al pie del  trabajo, y tú, con tus propios dedos, pudiste leer el número nueve como puntuación. 
 
 Me siento muy orgulloso de ti viéndote manejar con gran soltura ese ordenador, con tu línea braille. O jugando con tu teléfono móvil. Haciendo cálculos interminables en la  calculadora con una precisión perfecta. Y en todos esos aparatos de nuevas tecnologías, yo sé que soy el pilar básico para que  puedas desarrollar muchas tareas. Por eso, también yo tengo que darte gracias, por tenerme siempre presente en tu vida, una vida que, tal y como te advertí cuando todavía eras un niño, yo te la he transformado por completo.
  ¡Que seas siempre feliz!


María Jesús Cañamares.

miércoles, 4 de julio de 2012

El papel del braille para mejorar la participación de las personas deficientes visuales en la vida política, económica, cultural, social y familiar”(1).

Hola, me llamo Braille, ¿cuál es tu nombre?  Te cuento: mi padre se llamaba Luis Braille, era francés, y al quedar ciego, no tuvo más remedio que crearme a mí. Él me dio  vida, yo cambié la suya. Lamentablemente,  murió hace muchos años; pero yo soy inmortal. NO, no te rías: yo no moriré nunca, porque no soy un ser humano, soy un sistema, un código, y tú me necesitas para multitud de cosas.
  ¿Cómo? ¿NO me crees? Pues te aseguro que yo podría transformar tu vida radicalmente, mejoraría tu situación social, política, cultural.... Si me permites, seré tu mejor amigo...
 ¿Quién  dice  que un sordociego no puede hacer nada porque no ve ni oye? ¿es que no tienes manos con el sentido del tacto? ¡Pues ahí está el  mundo: en tus manos, en tus dedos! Conmigo lo vas a descubrir.

Tócame, estoy aquí, plasmado en este pequeño papel. Sí, ya sé que pincho, soy extraño al tacto, pero con paciencia, ilusión y  sólo seis puntitos, formamos un gran alfabeto, lo aprendes y te aseguro que nada tendrás que envidiar a una persona con vista y oído. ¡vamos, empecemos ya! Te han hablado de este colegio de la ONCE. Para que vengas a conocerme y ya tienes aquí, en esta mesa, el material que necesitas. Coge una pauta, papel grueso y un punzón, atiende las explicaciones de tu maestro, y pincha en los cuadritos de la regleta: a la derecha, el 1, 2, 3; a la izquierda: 4, 5, 6. ¡Ya está! O mejor aún: coge una máquina Perkins y teclea lo contrario a la pauta, porque para leer no hay que dar la vuelta al papel, de modo que lo que en la pauta queda a la derecha, en la Perkins está a la izquierda. ¡NO te enfades, relájate; verás como incluso a veces te resultaré hasta divertido. Sé que te es muy difícil acostumbrarte a tocar, el tacto todavía no lo has desarrollado bien, y te cuesta distinguir la forma de las letras y diferenciar las líneas que no están separadas entre sí! ¡Paciencia y tesón; tienes un maestro estupendo! ¿No ves cómo escriben y leen tus compañeros?

 ¡Muy bien, ya sabes escribir y leer!  eres un parbulito leyéndome en tu cartilla escolar... pero cada vez lo haces mejor y con más soltura, a mayor velocidad.

Ahora, ¿qué me dices? Vamos a empezar a estudiar, sí, a aprender a ser una  persona de provecho. Yo formo libros, cartas, etiquetas. Conmigo estudiarás una carrera, la que tú quieras. Conocerás a personas con tu misma problemática. NO podrás equivocarte al comprar un medicamento o buscarlo en tu botiquín para tomarlo; no te darán un producto por otro cuando compres en el súper. Podrás saber la hora exacta en tu reloj y no tener que preguntarla constantemente, pues yo estaré en su esfera sin moverme. Te será facilísimo encontrar el botón del ascensor para dirigirte a una determinada planta.. Incluso puedes llegar a ostentar un alto cargo en una administración. Cuando cumplas la mayoría de edad, podrás ejercer tú mismo el derecho al voto secreto en los distintos Comicios, porque yo estaré presente en esas papeletas que meterás en la urna sin que nadie tenga que saber tu ideología política.... ¡Vamos, te espera un mundo lleno de sorpresas que yo te ayudaré a descubrir!

domingo, 1 de julio de 2012

Técnicas de guía vidente para sordociegos (10)

Si es una persona sordociega total

El guía deberá:

  • captar su atención tocándole en el hombro o brazo,
  • presentarse utilizando su código de comunicación,
  • tocar con el antebrazo o dorso de la mano el antebrazo del sordociego y mantener el contacto hasta que se agarre.

¡No se debe situar a la persona sordociega por delante del guía en el desplazamiento!, a excepción del paso por torniquetes para entrar al metro y del paso por puertas giratorias, que explicé más adelante.