domingo, 8 de julio de 2012

El papel del braille para mejorar la participación de las personas deficientes visuales en la vida política, económica, cultural, social y familiar (2)

¡Caramba, cómo pasan los años! Hace  unos 20 que nos conocemos. Tú  eres un joven licenciado en esa carrera por la que tanto has luchado. Un hombre maduro con  porvenir brillante. YO sigo siendo tu sistema, tu código de lectoescritura y comunicación, ¡tu amigo fiel de toda la vida!

NO, no tienes nada que agradecerme.  te he ayudado a salir al mundo, a aprender. Pero yo también debo agradecerte a ti muchísimas cosas: me  has llevado a todas horas contigo; me has difundido allá donde te lo han permitido; me has defendido con todas tus fuerzas cuando alguien que no me quiere bien ha intentado erradicarme de vuestro mundo... Recuerdo ese día, cuando tú ya estabas cursando segundo de la ESO en un colegio de Integrada. La maestra os explicó que la palabra “sistema” tenía muchas variantes y según la que en cada momento se empleara, esa palabra significaba cosas muy distintas.

Os ordenó hacer una redacción sobre las variantes de la palabra sistema a ver cuántas conocíais. Recuerdo que, finalizados los trabajos, la profesora os hizo leerlos en voz alta. Cuando llegó tu turno, dijiste muy claro que para ti el mejor sistema era yo, el sistema Braille. ¡Qué caras de asombro en tus compañeros, qué cuchicheos! NO entendían que lo que ellos no necesitaban para nada, fuera tan importante para ti.

La maestra, mucho más serena y comprensiva, les explicó el porqué de este altísimo valor que tú me dabas, expuso todos los argumentos y razones que ella sacó de su almacén de sabiduría, de tal suerte que a mí, sólo de observarlo, se me alborotaron todos mis puntitos en el papel de tu redacción, pero ella logró que a partir de ese día, todos los alumnos sin excepción quisieran conocerme y convivir conmigo como convivías tú. La misma profesora me utilizó cmo cómplice, para que yo marcara ese sobresaliente que te puso al pie del  trabajo, y tú, con tus propios dedos, pudiste leer el número nueve como puntuación. 
 
 Me siento muy orgulloso de ti viéndote manejar con gran soltura ese ordenador, con tu línea braille. O jugando con tu teléfono móvil. Haciendo cálculos interminables en la  calculadora con una precisión perfecta. Y en todos esos aparatos de nuevas tecnologías, yo sé que soy el pilar básico para que  puedas desarrollar muchas tareas. Por eso, también yo tengo que darte gracias, por tenerme siempre presente en tu vida, una vida que, tal y como te advertí cuando todavía eras un niño, yo te la he transformado por completo.
  ¡Que seas siempre feliz!


María Jesús Cañamares.

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