miércoles, 11 de julio de 2012

Te mando ésto para que lo veas y cuando puedas lo subas al blog. Es real, yo conozco a la protagonista y a su hermano de hace muchos años. Un saludo.

Los sentidos robados. elnortedecastilla.es


24.06.12 - 18:04 - ANA SANTIAGO | Valladolid
Ni vista ni oído. Hay más de mil personas en Castilla y León sordociegas e, inevitablemente por ello, también mudas. Al menos esas son las estimaciones de un colectivo invisible para las administraciones y sin voz para una sociedad que ni tan siquiera se ha molestado en contabilizarlos y el dato, el millar, es una estimación por prevalencia de patología. La Asociación de Sordociegos de Castilla y León, Asocyl, solo suma treinta entre sus socios, solo puede hacer llegar la ayuda y los intérpretes a treinta.

El cambio
Claudio y Patricia comparten la sordera y apenas disfrutan, y no por mucho tiempo, de un resto de vista, un campo visual limitado a un estrechísimo y nublado círculo que, bien orientado, les deja al menos percibir una luz, intuir un obstáculo. Ambos son sordos desde el nacimiento y ciegos desde la adolescencia o juventud. Su problema tiene nombre, uno muy habitual como causa de esta carencia sensorial dual, síndrome de Usher.

Hace un año que se han casado. Cambio de casa, de rutinas, de experiencias, de entorno, de barreras. Conviven solos, sin familia aunque sus visitas frecuentes ayudan, en un hogar que han construido no solo a la medida de sus dificultades sino a la de las personas que ven y oyen. La normalización a los ojos de los demás es casi una obsesión y su vivienda, como la de cualquier pareja recién casada, tiene fotografías de su boda, múltiples figuras de adorno y cuadros –algunos hechos en talleres específicos por Patricia– y espejos... llamativamente limpia y ordenada. «Tenemos mucho tiempo para ocuparnos de ella», casi se burla de si misma Patricia; aunque inmediatamente añade que «el mérito no es mío, tenemos mucha ayuda y queremos que resulte agradable para la gente que viene a casa».

Cada uno necesita su intérprete. Juan Carlos Santiago y Ciara Fonseca trasladan su peculiar mundo a la palabra tras recibirlo con las manos. Claudio y Patricia aprendieron el lenguaje de los sordos cuando aún veían y es toda una ventaja de comunicación porque cuando la ceguera los invada por completo tendrán que limitarse solo al tacto, ya no valdrán los movimientos expresando ideas. Entre ellos, la conversación fluye incluso a más velocidad que la verbal, se corrigen y se quitan 'la palabra' para completar ideas. El tacto, una necesidad continua. No buscan el rostro de las personas para conocerlas, pero quieren poner su mano sobre el brazo para saber que están ahí.

Sus vidas ya estaban juntas antes de conocerse. El factor genético es indudable en ambos casos. Ella tiene un hermano y Claudio un gemelo y otro mayor sordomudos. Este último, además, tiene asociada una discapacidad mental que la incomunicación le añadió.

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