sábado, 26 de enero de 2013

Héroes anónimos - CESAR TORRES CORONEL (1917-1985) Parte 2 de 2

Era muy mañoso, encolando sillas, arreglando grifos, reparando planchas, poniendo enchufes eléctricos y haciendo otros trabajos. Manifestó siempre ser muy metódico, meticuloso y ordenado en todas sus actividades. Muy pocas veces se le vio enfadado, mostrándose continuamente afectivo con los compañeros, principalmente, con los ciegos sordomudos, a quienes protegía solícitamente y procuraba enseñarles cuanto él sabía para que se autopromocionaran y fuesen más felices.

Al terminar la Guerra Civil española, César fue nombrado bibliotecario del Colegio Nacional de Ciegos, asignándole un jornal y permaneciendo en el establecimiento como interno. El catalogaba las obras, confeccionaba los ficheros, entregaba libros a los lectores, extendiendo el recibo correspondiente y recogía los volúmenes, una vez leídos por los usuarios. En 1946 fue nombrado empleado de la imprenta Braille del colegio, percibiendo un sueldo no muy elevado, siendo el encargado de corregir y encuadernar las obras que se iban copiando o imprimiendo en el sistema francés de puntos en relieve, haciendo y deshaciendo paquetes de libros, ordenando ficheros y controlando las entradas y salidas del papel. Ya no dormía en el colegio, porque lo abandonó al enfermar del pulmón en 1945 para evitar el contagio a los alumnos. Otro empleado de la imprenta, que vivía cerca de la casa de César, se tomaba la molestia de llevarle al centro docente y conducirle después al domicilio. Más tarde, en 1951, fue colocado con un buen sueldo en la imprenta nacional Braille, instalada cerca de su hogar, siendo su propia madre quien le acompañaba al lugar de trabajo, donde realizaba las mismas tareas que en la imprenta del colegio, y después le recogía para llevarle a casa. Siempre cumplió fielmente sus obligaciones laborales, mostrándose muy respetuoso con sus compañeros y superiores, quienes sintieron mucho su marcha de la imprenta cuando se jubiló por la edad.

César adoraba a su madre a quien, ya viuda, mantenían él y su hermano; pero cuando se quebrantó la salud de esta señora, nuestro protagonista se casó, con el fin de tener una persona que le cuidara y atendiese a su madre, que falleció a los pocos años confortada por su hijo ciego y sordomudo. En 1984 enviudó César, quedándose muy desconsolado y angustiado, sin familia ni persona alguna que le cuidara e hiciese compañía; pero una humilde y bondadosa señora viuda y con tres hijos le hizo proposiciones matrimoniales con objeto de atenderle debidamente y tener derecho a su pensión, en el caso de que él muriese. César, que gozaba de poca salud entonces, aceptó el casarse de nuevo y la ceremonia se celebró en el mes de abril de 1985, pero pocos meses después, el 9 de julio de ese mismo año, falleció este gran amigo nuestro.

Los españoles no hemos sabido valorar la extraordinaria personalidad de César Torres Coronel, quien, por su inteligencia y dinamismo, sin tener recursos económicos, alcanzó tan alto nivel cultural y social, que es digno de figurar junto a Helen Keller, Ranghild Kaata, Eugenio Malosi y otros ciegos sordomudos de fama universal. Sin apoyo alguno del Gobierno, ya que a su caso no se le dio la publicidad necesaria y doña Rafaela Rodríguez Placer, en su admirable humildad, no aprobaba los exhibicionismos ni que a su pupilo le tratasen como a un mono de circo, consiguió César ocupar un puesto destacado entre sus compañeros de infortunio y ganarse honradamente el diario sustento con el esfuerzo de su trabajo.

El 13 de diciembre de 1941, festividad de Santa Lucía, patrona de los ciegos, la Organización Nacional de Ciegos celebró en el madrileño teatro Calderón un homenaje a doña Rafaela Rodríguez Placer por sus 50 años dedicados a la enseñanza de los privados de vista, como profesora del Colegio Nacional de Ciegos y del madrileño Centro Instructivo y Protector de Ciegos. En este acto se le hizo entrega de la Medalla de Oro del Mérito al Trabajo, concedida muy merecidamente por el Gobierno a propuesta de la ONCE. Fue muy emotivo presenciar cómo le entregaba dicha medalla a doña Rafaela su alumno más predilecto, César Torres Coronel, el niño que llegó a sus manos siendo un bloque de mármol en bruto y que ella labró con cariño y arte hasta convertirlo en una admirable estatua dotada de buenos sentimientos y capaz de ser útil a sus semejantes, gozando de la relativa felicidad que puede proporcionar a un hombre ciego y sordomudo este valle de lágrimas, cuando se vive dignamente del fruto de su constante trabajo.

miércoles, 23 de enero de 2013

Héroes anónimos - CESAR TORRES CORONEL (1917-1985) Parte 1 de 2

César Torres Coronel nació en Madrid el año 1917 y, cuando tenía 22 meses de vida, se quedó completamente ciego y sordo a consecuencia de un ataque de meningitis. Era imposible entender su parloteo, pero pronto supo andar solo por toda su casa, localizando perfectamente todos los muebles y objetos, reconociendo las habitaciones y distinguiendo a sus familiares. A los 3 años de edad ya se vestía y desnudaba solo, comprendía cuanto le decían y se comportaba correctamente en la mesa. Le gustaba mucho jugar con sus juguetes y los de su hermano y, en cierta ocasión, observando que éste jugaba a la toña, pidió a su padre que le hiciera una, capricho que complació el señor Torres inmediatamente. Al hacer saltar la toña, César la perdía y le enfadaba mucho no poderla encontrar, pero ideó atarla al extremo de una cuerda fina y sujetar el otro cabo en un ojal de su pantalón, con lo cual pudo jugar a la toña sin problemas.

Cuando acababa de cumplir los 7 años, se hizo cargo de su educación doña Rafaela Rodríguez Placer, profesora del Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos, donde César permaneció como alumno de esta excepcional pedagoga desde 1924 hasta 1937, aprendiendo a hablar de manera muy inteligible, utilizando en su enseñanza el método alemán para ciegos y sordomudos, así como el alfabeto manual del español Ponce de León, que dominó perfectamente en seguida. Podía, además, sostener una conversación con cualquier persona ignorante de estos procedimientos, valiéndose de un guante que se colocaba en la mano izquierda y que tenía un abecedario vulgar bordado en relieve, donde él y su interlocutor señalaban las letras y formaban las palabras.

Con paciencia y abnegación extraordinarias se consagró doña Rafaela durante 13 intensos años a la educación de este niño ciego y sordomudo, pero dotado de gran talento y férrea voluntad, a quien se llevaba en su compañía, incluso, durante sus vacaciones de verano. Con esta total entrega, y utilizando los métodos y procedimientos empleados por el señor Nebreda en la educación de Martín de Martín y Ruiz (véase su biografía en este capítulo), además de otros ideados por ella, consiguió la admirable y bondadosa profesora que César Torres Coronel obtuviera el título de bachiller en el Instituto Cardenal Cisneros, de Madrid y que fuera un hombre culto, patriota, hábil en toda clase de trabajos manuales, practicante de varios deportes y juegos de mesa, aseado y fervoroso cristiano, que recibió con profunda emoción la primera comunión y que frecuentaba los santos sacramentos, no faltando a misa en los días preceptivos.

Su maestra logró que no tuviera miedo para caminar solo, valiéndose del tacto de sus pies y de las vibraciones del suelo para reconocer los lugares, que utilizara todas sus facultades para distinguir a las personas y se relacionara afablemente con todo el mundo. Le inculcó, que aceptara con resignación cristiana su desgracia, pero que tuviera valor para superar cuantas dificultades encontrara en su camino, pudiendo contar siempre con la ayuda desinteresada de cuantos le conocían.

Durante sus veraneos en Galicia con doña Rafaela, César se bañaba en el mar, sacaba agua del pozo con la garrucha, ordeñaba las vacas, trepaba a los árboles con los chicos del pueblo para coger fruta y les ayudaba en las labores del campo, pues le agradaba mucho vivir al aire libre y disfrutar de los perfumes silvestres. Era muy servicial y no le gustaba estar sin hacer nada, razón por la que su profesora le encargaba la reparación de los muebles deteriorados y le proporcionaba las herramientas para facilitar su trabajo.

En el colegio practicaba la gimnasia y solía jugar con sus compañeros al ajedrez, al dominó y a las cartas. También asistía al cine y al teatro, sentándose al lado de un amigo que le explicase, manualmente, cuanto sucedía en la pantalla o en el escenario. En un festival escolar participó con otros alumnos en los ejercicios físicos, destacando como nadador y trepador de cucaña. En una exhibición realizada en 1930 en la Unión Americana, en Madrid, modeló en barro un elefante a la vista del público. En un reparto de premios a los alumnos del colegio, cuando César tenía 12 años de edad, subió al estrado y recitó una poesía con voz muy inteligible.

Nosotros convivimos muchos años con César Torres Coronel en el Colegio Nacional de Ciegos y podemos afirmar que era un gran lector de toda clase de libros, porque deseaba cultivar su espíritu y poseer una vasta cultura. Con él se podía conversar acerca de cualquier tema, teniendo él un lenguaje perfectamente inteligible para quienes estuvieran acostumbrados a oírle. Conocía en seguida a las personas por su olor, por la forma de tocarle o saludarle y era muy orientado, pues recorría solo, y sin tropezar, todas las dependencias y el inmenso jardín del colegio, establecimiento que tenía 40.000 metros cuadrados de superficie y en el que había un gran bosque.

martes, 22 de enero de 2013

La localidad sevillana de Gerena acogerá este domingo, día 27 de enero, en el auditorio La Rodadera, un certamen de marchas procesionales a beneficio del centro de sordo-ciegos Santa Ángela de la Cruz


La localidad sevillana de Gerena acogerá este domingo, día 27 de enero, en el auditorio La Rodadera, un certamen de marchas procesionales a beneficio del centro de sordo-ciegos Santa Ángela de la Cruz. El concierto dará comienzo a las doce de la mañana.

Las agrupaciones y bandas participantes en este acto serán: 

Agrupación musical Nuestro Padre Jesús de la Redención (Sevilla), 
Agrupación musical Nuestro Padre Jesús Nazareno (La Algaba), 
Banda de cornetas y tambores Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas (Dos Hermanas), 
Banda de cornetas y tambores Vera+Cruz (Utrera), 
Sociedad filarmónica Nuestra Señora del Carmen (Salteras), 
Banda de música municipal de Aznalcóllar, 
Banda de música Nuestra Señora de las Nieves (Olivares) 
Banda de música municipal de Gerena.

El acto, organizado por la tertulia cofrade 'A esta e' de Gerena, será presentado por Antonio Garrido y José Antonio Rodríguez. 

La entrada al auditorio La Rodadera será libre, con lo que la recaudación del ambigú será lo que se destine a la Asociación Española de Padres de Sordo-ciegos (APASCIDE) y a las Asociación Gerenense de Discapacitados (AGEDIS), que serán las encargadas de destinar el dinero al centro de sordo-ciegos Santa Ángela de la Cruz.


sábado, 19 de enero de 2013

Técnicas de guía vidente para sordociegos (32 y final)

Cómo orientar la entrada al wc en un lugar público

El guía debe orientar el espacio del servicio, explicando a la persona a quien guía cuántas puertas hay, si está limpio o sucio el lugar, si hay papel higiénico y a qué lado se encuentra respecto al wc, si la cisterna tiene una cadena que cuelga de lo alto o está situada en un lateral o por encima, dónde están el lavabo, el jabón y la toalla o papel para secarse las manos. En fin, cualquier información que el guía considere de utilidad y que pueda evitar a la persona sordociega tener que estar tocando la pared en exceso en un lugar que no sabe si está limpio.

Las personas sordociegas desarrollan diferentes grados de autonomía personal. En general, depende de si poseen o no algún resto auditivo o visual que les facilite la comunicación con personas del entorno. Aunque muchos viven acompañados, con sus familias o en residencias, algunas personas, inclusive las que son sordociegas totales, viven de manera independiente, solos en una vivienda. En este sentido, es importante que cuenten con apoyos puntuales de familiares, amigos o personas del entorno próximo, a los que puedan recurrir para obtener información de su propio domicilio (como ayuda para programar aparatos de la vivienda, como los de aire acondicionado, fax desprogramado, etc., cuyo acceso es visual) o de gestiones externas que deban realizar (para contratar una obra, comprar mobiliario y recibirlo en su casa...). En este sentido, el guía intérprete puede ser un profesional que proporcione gran independencia a la persona sordociega, pues le va a permitir acceder a muchos lugares, como centros comerciales, consultas médicas, gestión de documentos, etc., obtener la información que necesita y decidir por sí mismo.

Para finalizar, el lector que inicia su formación en guía interpretación y acude a este capítulo con el fin de mejorar sus habilidades en los aspectos relacionados con la guía, debe tener en cuenta, tal como se dijo al comienzo del mismo, que muchas de las personas sordociegas puede que no hayan realizado un programa de rehabilitación. Tanto para resolver estas situaciones, como para atender a personas que sí conocen la técnica guía, es importante que tenga presente el desplazarse manteniendo relajado su cuerpo, para transmitir con sus movimientos, de manera clara, los desniveles del suelo. Igualmente, debe permanecer atento a todo lo que ocurre alrededor de ambos, y sobre todo cuando se están comunicando en los desplazamientos, pues es él quien debe en todo momento decidir, con sentido común, la manera de actuar que sea más segura.

miércoles, 16 de enero de 2013

Técnicas de guía vidente para sordociegos (31)

Cómo orientar el espacio para la firma

En los trabajos de guía interpretación es necesario, en muchas ocasiones, que la persona sordociega firme algún documento, y algunas pueden ver el espacio que tienen para hacerlo cuando se lo indica el guía, pero otras no.

Hay varias formas para mostrar el hueco donde se debe firmar, una es situando el dedo índice de la mano izquierda de la persona sordociega extendido, justo antes del espacio en donde debe firmar, marcando de este modo la dirección que debe tener el renglón. Otra es utilizando dos dedos de la mano izquierda para acotar la zona donde se debe escribir, como, por ejemplo, situando el dedo pulgar e índice de la mano izquierda de la persona sordociega uno a cada extremo del cajetín donde debe firmar, para que tenga una noción clara de lo que puede ocupar su firma. También hay tarjetas firma, que son de plástico, con un rectángulo abierto en el centro, que es lo que se coloca en el lugar donde se debe firmar.

martes, 8 de enero de 2013

¡Oh, dulce Navidad!

Tumbado en la cama acaricio nuevamente las páginas del libro mientras los recuerdos luchan por ocupar un lugar privilegiado en mi memoria. Entre ellos uno destaca como la luz de un faro. Siempre era lo mismo, aún después del fallecimiento de abuelos y padres. Cada año, al terminarse las vacaciones estivales, los hermanos con los suyos, volvían a sus lugares de trabajo. Somos tres familias que siempre nos  reunimos dos veces al año: verano y Navidad.

Tres familias sólidamente unidas por lazos sanguíneos pero sobre todo por amor fraterno que vivimos en lugares tan dispares como lejanos entre sí. Yo fui el único que me quedé en el pueblo natal, un pueblecito de la provincia de Cuenca también cuna de la familia de mi esposa. Tenemos tres niños de corta edad y trabajaba como maestro rural. Además me ocupaba de las tierras de labranza que habíamos  heredado de nuestros padres y suegros.

Mi  hermana -dos años mayor que yo- casada con un ingeniero aeronáutico gallego, tienen otros tres hijos un poco mayores que los míos.

Por último, el hermano de mi  esposa, un empresario residente en Mallorca, con dos preciosas niñas,  formaban la tercera de las familias.

Todos procurábamos reservarnos  unos días de nuestras vacaciones veraniegas para ir al pueblo, a casa de los abuelos, y pasar juntos maravillosas tardes de meriendas campestres o veladas nocturnas llenas de jolgorio.

  Poco después de saber lo que iba a suceder,  la tristeza embargó a toda mi  familia. Fueron unos meses difíciles, donde la recuperación imposible se hacía cada vez más cuesta arriba.

El otoño llegó, las primeras hojas de los árboles que antes estaban a mi  vista caían, dejando en la calle una alfombra de desesperanza y miedo. Desesperanza y miedo por no saber, desesperanza y miedo por no poder.

La casa era enorme, típica de campesinos; tenía tres plantas: en la primera el portalón o porche grande, con dos puertas: una por la que se pasaba a la cocina que también hacía de comedor. Al fondo, Una chimenea grandota enseñaba su boca por donde al encender la estufa salían grandes bocanadas de humo provenientes de la leña quemada.  Más atrás, una mesa redonda plegable, que se rodeaba de seis sillas de enea. En la primavera se retiraba la estufa de la chimenea y se podía encender una lumbre baja donde los abuelos ponían pucheros de barro para cocer sus guisos.

La otra puerta al extremo izquierdo del portalón daba paso a las cuadras, donde convivían gallinas, gallos, pavos  y conejos criados por la familia.

En la planta segunda,  dormitorios y baño se asomaban al pasillo del que unas grandes escaleras conducían a las cámaras o desvanes, donde se almacenaban cereales, patatas, legumbres, hortalizas,  y esas maravillosas uvas que se recogían en el otoño para ir consumiendo a lo largo del año. Pero como los desvanes eran enormes, los niños tenían espacio también para guardar en ellos todo tipo de juguetes,  y cuando nos reuníamos las tres familias, se pasaban horas enteras jugando allí  sin molestar a los mayores.
  
A los niños les volvía locos la Navidad; en cuanto veían en la televisión los anuncios de juguetes y turrones  se ponían a cantar villancicos y no había forma de hacerles callar. Contagiaban a los mayores que también empezábamos a planear qué cenar en Nochebuena, qué comer en Navidad, qué regalar en Reyes....

Las primeras nieves cubrieron los tejados, antes enfrente de mí, y ahora ¿dónde están esos tejados? Una nube lo cubría todo. La nube se oscureció hasta que la nada fue lo único que podía contemplar a través de esa ventana.

Y mirando hacia atrás, tampoco había respuesta cuando le pedía un reflejo al viejo espejo del armario desvencijado de la abuela.

Los olores entraban desde esa ventana que ya solo era un hueco, negro y triste.

Cada familia llevaba al pueblo algo de su lugar de residencia para aportar en las comidas o cenas, y era un deleite estar tan unidos en esas fiestas entrañables donde parece que el recuerdo de los seres queridos y ausentes se hace más patente.

Ya en los comienzos de Diciembre nos solíamos  intercambiar décimos de lotería “por si tocara allí” –decíamos-, y el día 22, todos nos deseábamos suerte o nos  enfrentábamos a esa realidad en la que “la salud es lo importante”.

Ese día también, en cuanto el maestro les daba las vacaciones por unas semanas, los niños corrían como locos para cortar un pinito pequeño, casi siempre de nuestro propio monte, y lo traían a casa llenos de ilusión para poner el árbol de Navidad que adornaría el portalón. Sacaban cintas de mil colores, bolas, muñequitos, campanitas…,  Que iban colgando cuidadosamente de las ramas del pino.

Dentro de la cocina, montaban un Belén que ponían sobre una pequeña mesa de madera al lado de la mesa grande. Iban y venían de la cocina al desván y de éste otra vez a la cocina, trayendo toda clase de figuras que habían guardado el año anterior en sus cajas. Era un tumulto de risas, golpes, y a veces hasta alguna riña entre ellos suscitada por querer ser el primero en colocar figuras en el Belén.

  Los pequeños soñaban con el día de Nochebuena en que se encontraban todos los primos y salían por el pueblo a pedir el aguinaldo por las casas de vecinos o familiares. Unas veces les daban dinero con el que luego se compraban chucherías; otras veces les liaban en papel de periódico algunos dulces que compartían entre todos. Eso sí: provistos de almireces, campanitas , panderetas  y zambombas artesanales hechas con la piel de los corderos,  armaban un ruido ensordecedor que ponía en guardia a toda la fauna canina, mezclándose sus ladridos con los villancicos cantados y tocados por los niños. Con lluvia, nieve, o con el cielo completamente estrellado, ellos recorrían el pueblo al anochecer, regresando a casa a la hora de cenar cuando ya los mayores estábamos  sentados a la mesa. Nunca faltaban el marisco gallego, el vino de Alvariño,  para acompañarlos; el cordero asado con su respectivo Tinto Ribeiro que traían los tíos gallegos; el lacón, los turrones de Jijona y dulces almendrados que llevaban los mallorquines, y que los mayores acompañábamos  con copitas de resoli típica bebida de Cuenca.

En la sobremesa, los niños trataban de adivinar qué les traería Papá Noel al día siguiente, pero casi nunca acertaban con los regalos. A las doce de la noche, todos acudíamos  a la Misa del Gallo, y era ahí donde los pequeños, imaginándose al Niño Dios recién nacido entre el buey y la mula del pesebre, le imploraban con todo su fervor que Papá Noel fuera generoso con ellos.

El día de Navidad nos despertaban casi al alba para que les dejáramos ver los paquetes.
Y entró por fin el niño, con el temor de siempre, con la lástima de siempre, pero llevando en su manita una estrella de papel marquilla con un cartel que decía algo así como:
 "a pesar de que la oscuridad ha entrado en tu cuerpo, en tu alma tiene que seguir adelante, tiene que conservar aquella alegría que nos hizo adorar y estimar estos olores, estos ruidos, estas fechas".

La emoción me embargó porque  sin haber elegido mi  condición de invidente me  encontraba tan lejos de darme cuenta, de jolgorear como hiciese algunas hojas de calendario pasadas.

Si la nieve visitaba el pueblo, los chiquillos se dedicaban a hacer muñecos y a tirarse bolas que casi siempre les reportaban algún catarro. Mientras ellos disfrutaban de este blanco manto que caía del cielo sobre sus caras y cuerpos, los mayores nos sentábamos alrededor de la estufa de leña que  llenábamos  constantemente y que despedía un olor profundo a resina quemada. Por la ventana se veía, allá a lo lejos, la cumbre nevada, blanca. En la torre de la iglesia, la nieve dibujaba ensueños, dignos de ser pintados con el mejor pincel…

  La noche de fin de año, siempre había alguien que se atragantaba con las uvas, sobretodo los mayores que no podíamos seguir el ritmo del reloj de la Puerta del Sol, lo cual era motivo de risas y burlas de los más pequeños. Abrazos, besos y buenos deseos se intercambiaban entre todos, y no faltaba alguno de los tíos que se pusiera un poquito más alegre de lo habitual por haber ingerido alguna copa demás.
 
Pero, de todas estas fiestas, de todos estos paisajes, de todos estos momentos el más esperado era sin duda el día de Reyes. Ya la víspera, los niños revolvían toda la casa sacando zapatos y botas a las ventanas, dejando papelitos con dulces para cuando fueran los Magos por allí... Una noche de ensueño y excitación pensando qué se encontrarían a la mañana siguiente en sus zapatos. El oído siempre en tensión tratando de captar los ruidos de los caballos o del papel de regalo cuando cayera en la ventana, y al final,  cansados de la espera inútil, se dormían, para despertar al día siguiente también casi al apuntar el alba. El primer niño que se despertaba, sacaba de la cama al resto gritando lo que había en sus paquetes, esto hacía las delicias de los mayores, que veíamos  en las caras de nuestros  pequeños la más absoluta inocencia.

Para mí,  también había un paquete grande y pesado.

Al abrirlo y tocar con mis  torpes manos el contenido, las lágrimas se empeñaron en querer salir de unos ojos tan dulces antes, tan tristes ahora.
Era el mejor regalo que me podrían hacer, pues sabía que debajo de esas hojas duras, esos puntos imposibles había todo un mensaje de esperanza y sobre todo de amor.
Mi Navidad fue encontrar cómo y de qué manera volver a enfrascarme en esos miles de imágenes de mundos imposibles, pasados y futuros que pasé con los libros.

La Navidad puso en mis manos una nueva aventura que tendría que afrontar.
Abrí la ventana, y como movido por un resorte, abracé a los míos, pidiéndoles, rogándoles,  perdón. Y más aún, les hice una promesa: por vosotros, por la Navidad, empezaré a perderme por estas calles llenas de puntos que me llevarán a nuevas ciudades y nuevas aventuras.

Por la Navidad, por vosotros, la alegría volverá a mis ojos.

Todos sabían que lo que decía esa voz recia y rota, esa emoción sin lágrimas aparentes era mi nueva Navidad.

  Las imágenes que retenía en la memoria se hacen más débiles y apenas me llega el sonido de la calle. Mis manos vuelven a recorrer el libro con sus páginas sembradas de pequeños puntos que han sido mi vida desde entonces.

 En el suelo, abierto en una página cualquiera, con los puntos braille gastados por la caricia repetida mil veces de los dedos arrugados, el Diario del Viejo Maestro, quedó en silencio arrullando el dulce sueño de su amigo.

 

Fin


 Fdo._ María Jesús Cañamares

domingo, 6 de enero de 2013

LA VERDADERA HISTORIA DE LOS REYES MAGOS..

COMO EXPLICAR A LOS NIÑOS QUIENES SON LOS REYES MAGOS.
" A penas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de las actividades del colegio, cuando ésta con voz algo baja...como con miedo, e dijo:

-¿Papá?- Si hija cuéntame...


- Oye, quiero que me digas la verdad..

- Claro hija, siempre te la digo..respondió el padre un poco sorprendido..- Es qué..titubeó Blanca- Dime hija, dime...

- Papá, ¿ existen los Reyes Magos?

El padre de Blanca se quedó mudó, miró a su mujer intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente...

- Las niñas del colegio dicen que son los padres ¿ Es verdad? La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo: 
¿ Y tú que crees, hija?


-Yo no sé papá, que sí y que no..Por una lado pienso que sí existen pues tu no me engañarías pero por otro como las niñas dicen eso...
- Mira hija efectivamente son los padres los que ponen los regalos a los niños pero... -

-Entonces ¿es verdad?- cortó la niña con los ojos humedecidos- Me habéis engañado!!!
 

- No, mira cariño nunca te hemos engañado, los Reyes Magos existen- respondió el padre cogiendo la cara de Blanca entre sus dos manos-
 

- Entonces no lo entiendo Papá..
 

Siéntate Blanquita y escucha ésta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla-dijo el padre mientras señalaba con la mano el asiento a su lado.


Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos como prueba de amor y respeto y el Niño Jesús se puso tan contento que el Rey Melchor dijo:


-Es maravilloso ver tan feliz a un niño. Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo para ver lo felices que serían.

- Oh sí! exclamó Gaspar, es una buena idea pero es muy difícil de hacer, nosotros solo somos 3 y no podremos ser capaces de llevar regalos a todos los niños del mundo. Baltasar el tercero de los Reyes que escuchaba la conversación de los otros dijo:

- Sería fantástico poder llevar los regalos a todos los niños del mundo pero aunque somos magos ya somos muy ancianos y nos costaría mucho hacerlo. Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no iban a poder hacer aquello que tanto deseaban. Y el Niño Jesús que desde su cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el portal.- Sois muy buenos queridos Reyes Magos y os agradezco vuestros regalos a cambio yo voy a cumplir vuestro hermoso deseo. Decidme, ¿ Que necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

- Oh Señor! dijeron los 3 Reyes postrándose de rodillas, necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que llevara a cada casa los regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos..

- No os preocupéis, yo os voy a dar no sólo uno sino 2 pajes a cada niño que hay en el mundo.

- Sería fantástico!!! pero ¿cómo es posible? dijeron los Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

- Decidme, ¿ No os gustaría que los pajes quisieran además mucho a los niños?- preguntó Dios.

- Claro, eso es fundamental!!- Y ¿ verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?- Sí, sí eso es lo que exigiríamos a los pajes- respondieron los 3 Reyes Magos- Pues decidme queridos Reyes ¿ Hay alguien que quiera más a los niños y les conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezaron a comprender lo que Dios estaba planeando cuando de nuevo la voz se volvió a oir:

- Puesto que así lo habéis querido y en nombre de los 3 Reyes Magos de Oriente para que todos los niños del mundo reciban sus regalos, Yo ordeno que en Navidad, conmemorando éstos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos las cosas que deseen. También ordeno que mientras los niños sean pequeños la entrega de regalos se hiciera como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero en cuanto los niños crezcan y sean suficientemente mayores para entender esto, se les contará la historia y a partir de entonces en todas las Navidades los niños también harán regaos a sus padres en prueba de cariño y alrededor del Belén recordarán que gracias a los Reyes Magos tiene sus regalos y son más felices...Cuando el padre de Blanca terminó de contar la historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:- Ahora sí que lo entiendo todo Papá... y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado.

Corriendo se dirigió a su cuarto y vino con su hucha en la mano mientras decía:- No se sí tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ahorraré más dinero.

Los tres se abrazaron mientras, a buen seguro desde el cielo, 3 Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos."


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