sábado, 9 de marzo de 2013

REPORTAJE: VIDAS AL LÍMITE (2)


... labios dejando escapar ligeros sonidos que logró hacer pasar por oraciones. Al problema de la sordera se añadió enseguida el de una miopía extrema que dificultó el aprendizaje de la lectura labial.

De aquella época, recuerda su lucha por demostrar a los compañeros del colegio que era un chico normal. Dice que acabaron aceptándolo porque jugaba bien al fútbol, aunque, dadas las dificultades para comunicarse con él, le hablaban poco. "La relación con mis hermanos", añade, "paliaba ese vacío".

A los 15 años perdió la visión del ojo izquierdo, pese a lo cual terminó el bachillerato elemental y comenzó a ir y venir de Barcelona, donde su problema con la vista era tratado en la clínica del doctor Barraquer. "Mi madre", recuerda, "se volvió sobreprotectora y no quería que fuera en bici ni que jugara al fútbol, pero yo me rebelaba".

A partir de entonces, completamente sordo y medio ciego, tuvo que abandonar los estudios y comenzó a echar una mano en la tienda de su padre. Aunque muy poco dado a la autocompasión, se refiere a aquella época, en la que empezaba a interesarse por las chicas, con cierto desgarro. Se recuerda viendo pasar a la gente al otro lado del escaparate de la tienda, mientras sus amigos permanecían en el colegio. Finalmente, dada la frecuencia de los viajes a Barcelona, la familia decidió trasladar su negocio a esta ciudad, donde Daniel comenzó los estudios de delineante y decoración (ambos a distancia), sin terminar ninguno por los problemas relacionados con la vista. Sí logró sacar adelante, en cambio, los de grabación de datos. Una vez aceptadas sus limitaciones, y en un intento por adaptarse a las circunstancias reales, empezó a frecuentar la asociación de sordos y a aprender la lengua de signos en compañía de sus hermanos.

En la asociación hace nuevos amigos con quienes va de excursión y practica el montañismo. De aquel tiempo, que discurría despacio, recuerda el gusto por los largos paseos. A veces entraba en librerías donde permanecía horas (una de sus frustraciones es no haber podido estudiar Filosofía y Letras), aunque raramente podía comprar un libro. Desde el punto de vista sentimental, la situación era de desastre. Conserva de sí la imagen de una persona divertida, pero con dificultades para atraer a las chicas, que se asustaban ante el problema de la sordera, acentuado por unas gafas de 25 dioptrías.

A los 23 años conoció a Asun, una chica oyente de su pueblo y amiga de su hermana menor, con la que se casaría cuatro años más tarde. Dice que hacían una excelente pareja, aunque los dos tenían un carácter muy fuerte. Entretanto, la ceguera, pese a las operaciones sucesivas, fue avanzando, de modo que a los 32 años ya no veía más que luz y unos meses más tarde era ciego total. Así las cosas, el matrimonio decidió volver a Badajoz, pues la vida en una gran ciudad, dadas las circunstancias, resultaba insoportable.

Atrapado dentro de su cuerpo, sin ver ni oír absolutamente nada, comenzó a leer mucho en braille y mediante una suerte de escáner capaz de traducir a este idioma cualquier texto, incluido el del periódico. Como no soportaba la inactividad, aprendió también a cocinar y a realizar tareas domésticas. Cada día se proponía nuevos retos, como arreglar una lámpara o colgar un cuadro. Cuando se le acabaron los retos caseros, empezó a marcarse desafíos externos, siempre con la ayuda de Asun, con quien empezó a ...

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