lunes, 5 de enero de 2015

Mohamed y los reyes magos.

Mohamed era un niño de 7 años que vino a España en una patera cargada de inmigrantes africanos en busca de una vida mejor. Como casi todos, él y su familia se desengañaron cuando vieron que en nuestro país las cosas no eran fáciles, ni para ellos ni para nosotros. El papá de Mohamed junto con cuatro de sus seis hijos, salía todos los días a vender todo aquello que podía venderse en un mercadillo de Madrid, pero pasaban muchas horas fuera de casa, una casa pequeñísima donde los chicos se hacinaban en colchones repartidos en dos dormitorios nada más. La mamá, enferma y muy cansada, se ocupaba como podía de asear esa casita y a los otros dos hijos pequeños que con ella quedaban. Por la noche, el padre y los hijos volvían malhumorados y sin apenas dinero que aportar. Mohamed era de los que quedaban con mamá, pues ni siquiera podían pagar un colegio para que pudieran ingresar y aprender una educación básica. La gente los rechazaba, y los niños del barrio no querían jugar con ellos.


Así pasaron dos años, y al llegar la Navidad, Mohamed siempre oía las mismas conversaciones entre los niños del barrio: --¡YO me voy pitando a casa que tengo que escribir la carta los reyes magos, si no, me quedo sin regalos.  --¡YO este año me voy a pedir la Nancy con su casita de vestidos. --¡Anda, pues yo me pediré un iphone seis que es chulísimo y podré jugar a mil juegos y hablar con mis amigos por whapsap y...

Mohamed agachaba la cabeza tristemente y cuando era preguntado sobre qué se pediría él, respondía:
--Yo no puedo escribir a los reyes porque no sé hacerlo, y además dice mi padre que a las casas de los pobres no van los reyes. Con estas frases amargas lo que lograba era la risa de sus vecinos de barrio que rápidamente se iban y lo dejaban solo.



Pero el niño en su fuero interno pensaba que aquello no podía ser siempre así; si decían que todos somos iguales ante la ley tenía que haber alguna solución y él la tenía que buscar fuera como fuera.


Una mañana pidió a su mamá que le dejara acompañarla al super a comprar alguna cosita para la comida. Cuando entraron, lo primero que vio fue la presencia de los reyes magos recibiendo las cartas de los niños que habían ido acompañados de los papás para hablar con ellos. Pero el rey Baltasar no tenía a nadie que le diera nada ni hablara con él, estaba con cara de aburrido y Mohamed, haciendo acopio de valor, se le acercó y le dijo con resolución:

--Oye, negrito, ¿porqué nunca venís a mi casa y nos dejáis algún regalo?


Baltasar lo miró muy serio y le dijo:


--NO sabemos quién eres ni dónde está tu casa. Escríbenos una carta y dinos qué deseas que te llevemos, pero no olvides poner la dirección.


--¡NO, yo no puedo escribir, soy analfabeto y mis hermanos también. Podemos enseñaros donde vivimos si quieres.


Muy gustoso, el rey negrito accedió a volver con mamá y Mohamed a su vivienda, pero tuvo la genial precaución de llevar consigo una cámara de vídeo para grabar el camino y la vivienda, pues una idea fugaz le pasó a este rey bueno por la cabeza pero no dijo nada. Al llegar a la casa y ver el desorden, la pobreza y la carencia que allí había, dijo a Mohamed:


--Dime qué quieres que te traigamos y yo lo escribiré, si son muchas cosas no te prometo nada, pero puedes dictármelas.


Mohamed pensaba y pensaba, y luego dictó:


Ropa nueva, pues todo cuanto llevamos es de segundo uso. Comida, medicinas para mi mamá que está enferma, y si podéis, nos traéis un cuaderno y unos lapiceros para que intentemos aprender a leer y escribir todos.


--¿Nada más? ¿No pedís juguetes para vosotros? -se extrañó Baltasar_ es lo que piden todos los niños.
 

--Nosotros no podemos permitírnoslo, tenemos muchas otras carencias más importantes que los juguetes y como ves nos conformamos con lo que te he pedido.

 Baltasar se despidió de ellos prometiéndoles visitarlos y se marchó rápidamente con su idea en la cabeza. Al volver al súper mostró a sus compañeros la carta y el vídeo desolador que grabara en casa de Mohamed. Los otros reyes quedaron impactados, y se reunieron horas después con las cajeras del establecimiento y el director haciéndoles partícipes de la idea que Baltasar había estado madurando:


--Por favor, ayuden a esta pobre gente. Podemos poner un cartel en cada caja y una fotografía de la familia que he cogido, en el cartel pondría:


Ayúdanos a viajar a casa de Mohamed, solo te costará un euro y todos seremos felices.


Dicho y hecho: al día siguiente, cartel y foto colgaban de las cajas del súper. La gente al ir a pagar las compras, no podía resistir la tentación de leer el cartelito, y naturalmente, iban depositando un euro; muy pocos negaban esta ayuda.


Aquello iba prosperando, empezó la campaña el día de Navidad,y al llegar la víspera de reyes, las cajas del establecimiento sumaron la recogida. 

¡Magnífico!, allí habían miles de euros. 

Los reyes cargaron en su camello cajas de cuadernos y lápices, libros que luego enseñarían a leer a los chicos. Comida para una buena temporada. Y.. ¡sobraba mucho dinero! ¿qué hacían con él?
¡Ya está!, -pensaron los 3-,  pagaremos las matrículas de los niños que podamos en un colegio y allí aprenderán a leer y escribir, y luego podrían enseñar a los hermanitos más pequeños!

Entretanto, Mohamed seguía triste, no creía que los reyes cumplieran su palabra de visitarlos, pero por otro lado, ¿porqué no podía ser que alguien se apiadara de ellos algún día? Se acostó temprano y se quedó dormido a medias, "por si oía los camellos". Soñó; soñó que iban los reyes a su casa y les llevaban muchísimos juguetes, muchas cosas de comer.. ¡pero luego les entregaban una nota diciendo que nada de regalos, que todo lo que les habían dado lo tenían que pagar ellos... ¿Y de dónde, si no tenían ni para chicles? Mohamed estaba pensando en ponerse a trabajar en lo que fuera porque no quería que papá fuera a la cárcel por no pagar lo que habían dejado los reyes en su casa. Pero. ¿adónde iba a trabajar él, un pobre niño de siete años, si no sabía ni leer ni escribir ni siquiera podía aprender un oficio?...Eran malos los reyes magos, eso no se le hacía a unos niños pobres e ignorantes!
Se echó a llorar sudando muchísimo , y al oírlo, su papá acudió corriendo en su auxilio. Lo sacudió y le quitó la sábana que lo cubría. Mohamed despertó asustado, y al abrir los ojos y ver que todo había sido un sueño, dio un salto y abrió la ventana del dormitorio, encontrándose allí con un montón de cajas y bolsas. LLamó a los hermanos y entre todos fueron destapando una por una, locos de alegría al ver tantísimos regalos.


Dentro de una caja había una nota que decía:
"Vuestros amigos los reyes magos, os volveremos a visitar mañana para poderos llevar a un colegio a los seis chicos; hemos conseguido que se os admita y allí podréis estudiar como los demás. Portaos bien y jugar con lo que os hemos dejado".


¡dios mío, qué milagro, qué felicidad; y todo gracias a la valentía de mOhamed que había puesto con firmeza las cartas boca arriba dando a conocer la situación por la que pasaban él y su familia!

¡Viva Mohamed; vivan los reyes magos de Oriente que tan generosos habían sido y de tantos apuros los habían sacado!

No hay comentarios:

Publicar un comentario